Los octubres de horror y los noviembres de difuntos


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalEn Guatemala cada cuatro años revivimos historias de horror político y social que esconden entre lo cotidiano la desesperación, con todo lo inverosímil y terrible que puede aflorar desde el sentir humano, ya sea por avaricia, por deseos de poder, por egoísmo o por ignorancia. El domingo 25 de octubre se llevaron a cabo unas elecciones más, que se me antojan el ponerse máscaras, como en Halloween, usar el mejor disfraz, hacer party y comerse los dulces —al más estilo gringo—, y lo que le queda a la población son las historias de horror, como lo sucedido en El Cambray II con el derrumbe que el pasado 1 de octubre dejó a más de 288 muertos  y el linchamiento del alcalde de Concepción, Sololá, el 12 del mismo mes.

Guy de Maupassant afirmaba: “Nuestros nietos se asombrarán de las ingenuas creencias de sus padres en cosas tan ridículas y tan inverosímiles. Nunca sabrán lo que era en el pasado la noche, el miedo a lo misterioso, el miedo a lo sobrenatural. Apenas si unos cuantos centenares de hombres se dedican intensamente todavía a creer en visitas de espíritus, en influencias de ciertos seres o de ciertas cosas, en el sonambulismo lúcido, en todo el charlatanismo de los espiritistas”.

Lo que Maupassant no sabía era que en países del trópico y en pleno siglo XXI esos charlatanes abundan y que esos centenares conforman el mayor porcentaje del conglomerado ciudadano, que espera la justicia divina como resultado de la pérdida de fe en la terrenal; es decir, en la voluntad humana.

Dejando la política aparte, los octubres también rememoran que el horror y el terror están a la vuelta de la esquina sobre todo en conscientes colectivos que se alimentan del amarillismo, el miedo y la violencia.

Maupassant decía que “nuestro espíritu inquieto, impotente, limitado y asustado por cualquier efecto cuya causa no comprenda se amedrenta por el incesante e incomprensible espectáculo del mundo”. Es entonces aquí donde la ignorancia saca el mejor provecho.

En su ensayo H. P. Lovecraft: Palabras humanas en torno a lo inefable, el escritor y profesor argentino Carlos Abraham afirma que en las ficciones del autor estadounidense “siempre un hombre percibe atisbos de una realidad debajo de la realidad. Estos indicios son a veces inquietantes, a veces horrorosos. El protagonista se va acercando a la Verdad a través de un lento develamiento […] que al fin lo conduce a la muerte o, en el mejor de los casos, a la locura”.

Quizá por ello autores como Maupassant, Lovecraft, Poe o Schwob se decantaban por un exquisito gusto por los relatos fantásticos, sobrenaturales y de horror, que por cierto cada uno tiene sus características diferenciales. Estos escritores exploraban y escarbaban debajo de las historias de terror-horror eso que no se explica fácil, la conducta humana: celos, envidia, culpa, crueldad, procesos mentales complejos que hablan desde el propio ego.

Para esta recién pasada celebración del Día de las Brujas, que aún falta mucho por reivindicar, a fin de dejar de creer en charlatanerías y para empezar este noviembre, en el día que recordamos a nuestros muertos, les recomiendo las lecturas de Un hijo, incluido en El Diablo y otros relatos de angustia, de Maupassant; Diálogos de utopía, incluido en Mundos terribles, de Marcel Schwob; Los amados muertos, de Lovecraft, y por supuesto uno de los famosos y favoritos, Los crímenes de la calle Morgue, de Poe, las cuales escarban la realidad debajo de la realidad.

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