Pido memoria para recordar una sentencia


Noe Vásquez Reyna_ Perfil Casi literal.jpgEn Buchenwald, Alemania, se exhiben objetos como cuencos metálicos con agujeros o ropa raída y sucia para no olvidar el exterminio judío cometido por los nazis. En Guatemala, del 10 de mayo al 30 de julio se exhibieron en la exposición «Pilares de justicia» objetos que simbolizan un momento histórico relacionado con el exterminio ixil cometido por el ejército.

En la Sexta Avenida del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, en el barrio San Sebastián, donde asesinaron al obispo Juan José Gerardi por buscar la memoria de los pueblos, una casa se distingue por su colorida fachada. Es la Casa de la Memoria Kaji Tulam.

Desde la calle, una empapelada que muestra rostros de personas desaparecidas y asesinadas durante el conflicto armado interno tiene un zócalo pintado de rojo y detalles amarillos y negros, los colores ixiles. Colibrís acompañan la intervención. Esta es la única ave que puede volar hacia atrás, y está puesta ahí porque nos recuerda que podemos recordar nuestro pasado.

Durante la exposición esta empapelada, como se le conoce en Guatemala, tenía una cédula: «Pilares de Justicia. Empapelada. Intervención artística / Hijos Guatemala. En conmemoración del 5to. Aniversario de la histórica Sentencia por Genocidio». La exhibición terminó, pero esos rostros aún interpelan al viandante.

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Quedó como narración pertinente en pueblos con magia y nudos agolpados en la garganta que el 10 de mayo de 2013, el día que fue dictada la sentencia por genocidio por un tribunal guatemalteco, el suelo tembló, literal y metafóricamente, para marcar un antes y un después.

Para llegar a esa sentencia tardaron más de tres décadas y doce años de hilar el proceso jurídico que probara lo que al mundo le quedó más que claro: en Guatemala se cometió genocidio. «Considero que estos 12 años hacen ratificar los logros de la búsqueda de justicia por parte de los sobrevivientes de ese periodo; sin embargo, también marca lo lento, o más bien lo nefasta que es la justicia, porque a pesar de que se logró una sentencia, esta fue negada por los grupos de poder en el gobierno, por la oligarquía que no puede dar ningún paso en relación a reconocer las graves violaciones que hubo durante el conflicto», expresó Caridad Estrada, del Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH), que ha acompañado el caso hasta la fecha. Después de que la Corte de Constitucionalidad de entonces  ̶ con dos votos disidentes ̶  decidiera retrotraer el juicio, el segundo debate terminará la próxima semana.

La sentencia del primer juicio no fue anulada, como se hizo creer y se difundió en los medios de comunicación. En 2013, gente de a pie que dudaba sobre si se había cometido o no genocidio se convenció de que sí al ver que quienes detentan el poder económico, político y militar hicieron hasta lo inimaginable para frenar que se cumpliera la sentencia.

La exposición buscaba «acercarnos y regresarnos en un acto de memoria, pero también de vigencia de la sentencia, a ese 2013. Que la gente se vuelva a conectar con ese momento que nos dejó una sentencia condenatoria, una sentencia que para nosotros está vigente, que en ningún momento fue anulada y que es la sentencia que le creyó a los pueblos de este país. Que representa la voz de los pueblos. Es la sentencia que reconoce los derechos de un pueblo que ha sido históricamente oprimido, que no ha sido reconocido por este Estado racista, y que le dice al mundo: Guatemala quiere juzgar estos delitos porque el delito de genocidio es un delito de lesa humanidad. Esta lección es una lección para el mundo, para que en ningún lugar se pueda volver a cometer genocidio», afirmó Fabiola García, también de CALDH, que coordinó las actividades en conmemoración del quinto aniversario de la sentencia.

Según Alejandra Castillo, también de CALDH, la exposición recuperó elementos como los audífonos usados en el juicio para la traducción simultánea en varios idiomas mayas, los rebozos que usaron las mujeres, los documentos militares y la sentencia misma. «Hiló el cómo podemos reconocer en el transcurso del tiempo aquello que aportó para que pudiéramos conocer la verdad no solo desde la mirada de las y los sobrevivientes, sino también desde esas estrategias contrainsurgentes y las políticas de genocidio», explicó.

Una de las piezas que tuvo la exposición fue «el reboso de una de las testigas del juicio, una de las testigas del delito de violencia sexual. Es una pieza muy importante porque el reboso fue el símbolo de la dignidad de las mujeres ixiles que rompieron el silencio», según García.

José Efraín Ríos Montt fue sentenciado el 10 de mayo de 2013 a 80 años de prisión y el pueblo Ixil lo sentó en un banquillo ante la justicia. Murió reconocido como genocida. Este 26 de septiembre de 2018 le toca a otro tribunal guatemalteco dictar sentencia en el segundo juicio por genocidio contra José Mauricio Rodríguez Sánchez, director de Inteligencia Militar durante el gobierno de Ríos Montt.

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