Una langosta en la modernidad líquida


Noe Vásquez Reyna_ perfil Casi literal“Si usted no encuentra el amor de su vida en el décimo
intento, se le asignará una mascota”.

Meme de redes sociales

A pocos días de ese día de febrero más consumista que otros, y pensado en rojo y en romance, es buena ocasión para traer a plática y al ojo esa comedia negra distópica en la que, en un futuro cercano, ser una persona soltera tiene mucho de disfunción y castigo social. Hablo de The Lobster (La langosta, 2015), del director griego Yorgos Lanthimos.

Este filme nos muestra las otras caras (violentas y sádicas) del romanticismo que no se ha podido borrar ni con teoría ni práctica. En la ciudad que visualiza Lanthimos, las leyes ordenan a los solteros nuevos o recurrentes a ir al Hotel, donde son obligados a encontrar una pareja en 45 días, de lo contrario, serán transformados en bestias y enviados en última instancia al bosque, donde no sobrevivirán por mucho tiempo.

En Centroamérica, con nuestros pesados pasos hacia el conservadurismo y la prehistoria, el ideal de pareja heterosexual como sostén social se siente más amenazante, como en la película, cuando hay doctrinas cristianas incrustadas en los poderes del Estado, manteniendo el control sobre el deber ser.

Zigmunt Bauman afirmó que en esta modernidad líquida en la que vivimos el lector común de un diario «puede enterarse de algunos datos útiles con respecto a los sitios en los que pueden hallarse parejas potenciales en mayor cantidad que la usual, y acerca de las situaciones en las que, una vez encontradas, esas personas podrán más probablemente ser convencidas de que deben asumir el rol de pareja». En ese rol, así como identifica y resalta de formas macabras Lanthimos, se sabe cómo debe ser el performance de una pareja pero no necesariamente se habla de amor y felicidad.

En la cinta, a los solteros recién llegados se les pide que escojan el animal que prefieran ser si en dado caso fallan en su misión, y claro está que se trata de un buen argumento, propio de un consejero familiar: «Debe elegir una compañera que sea un tipo de animal similar a usted. Un lobo y un pingüino no podrían vivir juntos. Ni un camello y un hipopótamo. Eso sería absurdo. Piénselo», alecciona al protagonista la directora del Hotel.

En la modernidad líquida, la fluidez y la incertidumbre son la constante: no ataduras, no compromisos; consumir y desechar, pero ¿cómo equilibramos eso con mantener estructuras que se derrumban por sí mismas, como la institución de la familia tradicional posindustrial, por ejemplo?

Bauman recuerda que «la relación de pareja no es más que una coalición de “intereses confluentes” —como el sangrado de nariz que muestra The Lobster— y en el fluido mundo de EastEnders* la gente va y viene, las oportunidades llaman a la puerta y desaparecen otra vez poco después de que las han dejado entrar, las fortunas ascienden y declinan, y las coaliciones tienden a ser flotantes, flexibles y frágiles». La película pone los reflectores sobre ello: cómo podemos ser tan inútiles para conseguir pareja en este entorno acuoso donde es preferible ser una bestia que estar solo.

En la película, la soledad es atacada —cazada, de hecho— con todo lo que se pueda. La pintan en el imaginario social como caldo de cultivo para gente disfuncional y terrorista, y eso me hace citar de nuevo a Bauman: «La gente busca pareja y “establecer relaciones” para evitar las tribulaciones de la fragilidad, solo para descubrir que esa fragilidad resulta aún más penosa que antes. Lo que se esperaba y pretendía que fuera un refugio (tal vez el refugio) contra la fragilidad demuestra ser una y otra vez su caldo de cultivo».

Nos han adoctrinado a permanecer de dos en dos como en el arca de Noé. Ser independiente y disfrutar de la soledad para evolucionar y crecer no se nos presenta como una opción, no digamos intentar algo diferente a la pareja. En The Lobster  —que además tiene una preciosa banda sonora—, a la primera pareja que se forma en el segundo día de los 45 que esperan al resto, la directora del Hotel les da una especie de bendición/maldición: «Si se topan con algún problema, tensiones, discusiones que no puedan resolver solos, se les asignarán niños. Eso por lo general ayuda. Mucho».

Ni les cuento qué dice Bauman sobre los hijos… mejor les recomiendo que, además de ver The Lobster, ojeen y hojeen su obra Amor líquido.

*

La película está en Netflix, por si acaso (publicidad no pagada).

*Telenovela británica (soap opera) exitosa desde 1985 a la fecha, con mucho drama de parejas.

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1 Respuesta a "Una langosta en la modernidad líquida"

  1. ¡Bravo, Noé! La película es bizarra, impactante. Tu comentario es excelente.

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