A propósito del «9M»


Lahura Emilia Vásquez Gaitán_ Perfil Casi literalTengo algunas diferencias con ciertas formas de ver el movimiento feminista y mi círculo cercano lo sabe. Alguien me invitó a escribir sobre eso y, la verdad, no es la primera vez que se me cruza la idea. Sin embargo —pese a las razones que tengo— hay algo en mí que se niega a hacerlo. No puedo escribir de forma pública en contra de un movimiento al que le debo tanto. Mi vida, mis posibilidades, mis oportunidades y todo por lo que yo no peleé, pero que sí pelearon otras mujeres que hoy ya no están. Y no fueron las «tibias» quienes lo lograron, sino las «radicales» que a veces nos caen pesado.

Pese a las discrepancias, aún falta cerrar filas y quiero ser de las que ayuden a construir esas filas, no a dividirlas. Hoy es 9 de marzo y es un buen día para recordarme a mí misma por qué soy y seguiré siendo feminista, anticapitalista y antipatriarcal.

Soy feminista porque cada día que salgo al mundo sigo encontrando miles de razones que me hacen estar en desventaja. Porque vivo en un mundo que se sostiene en los millones de cuidados que las mujeres hemos realizado de manera gratuita y que ha sido infravalorado e invisibilizado a lo largo de los siglos.

Soy anticapitalista porque un sistema económico depredador como este solo puede existir en ese trabajo invisible que nunca se reconoce y que realizamos las mujeres. Y soy aún más anticapitalista porque su sistema de producción cruel e inhumano destroza y despedaza la madre de todos, que es la madre Tierra, y lo mismo hace con nosotras las mujeres y nuestros cuerpos. Odio al sistema que nos deja sin posibilidad de cuidar a nuestras crías, robándonos el instinto de lobas recién paridas para insertarnos a la brevedad al sistema productivo laboral olvidándose de lo que debería de ser un bien y beneficio social: asegurar el óptimo desarrollo de los niños y niñas que, en cuestión de años, serán adultos.

Soy antipatriarcal porque no concibo vivir en un mundo donde se siga normalizando la idea de que todos los hombres son potencialmente violadores y que las estadísticas aterradoras respalden esa realidad. Soy antipatriarcal porque es ese el sistema que crea las diferencias, que aparenta una supuesta «ventaja» sobre los hombres, pero que no es cierto porque a la larga el precio que ellos pagan es igual de horroroso que para las mujeres. Porque no es normal ni natural que la mayoría de los asesinos en serie y violadores sean varones y que las cárceles estén llenas de ellos. No lo acepto, no nacen siendo así y deberíamos preocuparnos todos por construir una realidad distinta para ellos y también para nosotras.

El feminismo es saludable no solo para las mujeres, sino también para los hombres, porque les devuelve una humanidad y una autocomprensión de su existencia que el sistema patriarcal les robó. Los libera de la presión de tener que estar fingiendo lo que no son: animales salvajes, incontrolables y violentos que se creen con derecho a todo. Porque ningún niño nace siendo macho. Es el patriarcado quien los transforma.

Una sociedad que no hace diferencias, que ve en las personas seres humanos y procura tratarlas a todas con dignidad y respeto por el simple hecho de estar, de respirar. Una sociedad donde todos sean naturales e importantes las tareas de cuidados y seamos capaces de brindarlos con dedicación, agrado y ternura a nosotros mismos; a la madre naturaleza y a cualquier ser vivo que forme parte de nuestra existencia. Una donde, sin importar con quién, hagamos mucho más el amor y no la guerra. Eso solo puede ocurrir, como lo dijera Berta Cáceres, en una sociedad feminista, anticapitalista y antipatriarcal; y es la utópica sociedad a la que algunas y algunos aspiramos.

Para lograrlo, seguirán siendo necesarios muchos 8M, muchas feministas y muchos aliados, porque esto no es solo de mujeres. Deconstrucciones y nuevos aprendizajes urgen para ambos sexos y aunque es cierto que hemos avanzado, la brecha sigue. Las personas seguimos siendo delegadas a un segundo plano, porque lo más importante es, tristemente —a costa de nuestra desnaturalización y nuestra propia muerte—, el capital que somos capaces de producir.

Falta mucha comprensión sobre el movimiento feminista para llegar a un mundo verdaderamente humano y mientras eso no ocurra seguiremos parando a toda la sociedad un 9M, un 10M y todos los días que hagan falta hasta que logremos lo que anhelamos: enarbolar algún día la bandera multicolor del amor, la justicia, la solidaridad y la ternura que tanto nos hace falta y que por ningún sitio ondea hoy.

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