Gracias, Cuba


Lahura Emilia Vásquez Gaitán_ Perfil Casi literalLas brigadas médicas cubanas arribaron a Honduras como resultado de un convenio que ambos países realizaran después del desastre ocurrido por el huracán Mitch a finales de la década de 1990. El gobierno de Juan Orlando Hernández decidió no renovar el convenio y los galenos regresaron a la isla después de haber brindado casi 30 millones de consultas médicas de forma gratuita en poco más de veinte años. Hace algunos días se anunció que una brigada de médicos cubanos regresaría para apoyar a la población de cara a la pandemia de COVID-19. Las reacciones de los representantes hondureños del gremio médico no se hicieron esperar y fueron —para mi sorpresa— lamentablemente negativas.

Puede ser que nuestros médicos se sientan amenazados y apelen al descrédito. Que repitan cosas que durante años se han dicho de los médicos cubanos. Que si son «profesionales», que si tienen la «capacidad», que si los «créditos académicos» y la «certificación», como que si los títulos hicieran a los profesionales. Se viene a mi memoria el ejemplo de Jane Goodall, la famosa primatóloga que llegó a doctorarse y a ser toda una autoridad en la investigación sobre etología de primates sin poseer un título universitario. Y así como ella hay muchos más ejemplos que muestran que no son las universidades de donde egresamos las que nos definen profesionalmente: es lo que nosotros, por nuestra cuenta, con nuestra experiencia, talento y compromiso decidimos hacerle a aquello que llamamos nuestra profesión.

Elizabeth Kübler Ross, doctora que dedicó su vida a investigar la muerte, escribió en su autobiografía que «la medicina tiene sus límites, realidad que no se enseña en la facultad. Otra realidad que no se enseña es que un corazón compasivo puede sanar casi todo. Unos cuantos meses en el campo me convencieron de que ser buen médico no tiene nada que ver con anatomía, cirugía ni con recetar los medicamentos correctos. El mejor servicio que un médico puede prestar a un enfermo es ser una persona amable, atenta, cariñosa y sensible». Y creo que en esa clase los médicos cubanos pueden darnos cátedra.

Parece que para algunos es difícil decir simplemente «Gracias, Cuba». Gracias porque sin ser una súper potencia extiendes tus brazos solidarios hacia las poblaciones más vulnerables. Gracias, porque mientras nuestros países le apostaban a la economía neoliberal —la misma economía que hoy se derrumba y nos deja sin esperanza— ustedes allá, pese a las dificultades y carencias, invertían en salud y educación; enseñándonos hoy, de cara a la pandemia, que eso era lo correcto. Gracias, porque no hay forma compensar el enfrentamiento de manera voluntaria a una enfermedad que podría matarlos o a sus seres más amados.

No escuchen a los que no les estiman. Escúchennos a nosotros, el pueblo de la calle que no tiene para pagar la consulta privada de quienes hoy dicen que no vengan. Porque nosotros, al igual que ustedes, tampoco entendemos el lenguaje de las cifras. Porque la vocación, el servicio y la solidaridad que ustedes nos regalan es tan cara que no tiene precio. Por eso y más: gracias, Cuba.

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