La engañosa y romántica idea de la democracia


Mario Ramos_ Perfil Casi literalEn un país pobre, sin educación y con un débil sistema judicial, vivir en «democracia» es poco probable. En Honduras, la igualdad de derechos ciudadanos individuales, la independencia de etnias, sexos, credos religiosos y la soberanía que, supuestamente, reside en el poder que el pueblo ejerce a través de sus representantes, es una utopía. El poder reside en aquellos en quien es concentrado y cuando este se centraliza en unos pocos, la romántica idea de democracia se diluye.

Cuando se tiene hambre y no hay comida, cuando no hay medicamentos, cuando no se respetan los derechos elementales de las personas y cuando la educación es pobre, la democracia no es más que un ideal sin fundamento. En esos casos, de nada sirve votar por nuestros gobernantes. Por esa razón hoy en Honduras, en pleno siglo XXI al igual que sucediera en Buenos Aires en 1810 (por aquel entonces, capital del Virreinato del Río de La Plata) durante la Revolución de Mayo, el pueblo desesperado quiere saber de qué se trata esa «democracia» de la cual hablan sus gobernantes.

La democracia es también tolerancia. El respeto a la diversidad de pensamientos, el acceso a los derechos básicos elementales, la salud y la educación, no solo hace al país más inclusivo sino también permite a sus habitantes creer, al menos, en la idea de que ellos realmente ejercen el poder político sobre el gobierno y que viven bajo una democracia aunque esta no exista.

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