La terrible idea de escribir para vender


Mario Ramos_ Perfil Casi literalPor MARIO RAMOS |

Hay muchos métodos para escribir guiones pero la verdad es que ninguno sirve: cada historia trae consigo su propia técnica. Para el guionista lo importante es poder descubrirla.

Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento

No soy guionista (y tampoco pretendo serlo), pero el deseo de contar historias me sumergió en este universo del que ahora soy parte. Permítanme que les cuente la historia de otra historia.

Caminábamos sobre Rodeo Drive, en Beverly Hills, cuando una de las personas que me acompañaban dijo: «Deberíamos hacer una película comercial, algo de miedo o un thriller, eso vende más». Dos meses más tarde comencé a desarrollar la idea. No conocía mucho sobre técnicas para escribir guiones; lo que sí sabía es que existen diferentes métodos para escribir una historia. Así lo afirmó García Márquez en Cómo se cuenta un cuento. ¿Cuál era el procedimiento correcto? Yo no lo sabía.

Comencé la investigación a fin de tener material suficiente para desarrollar la trama. Seis meses más tarde tenía listo el guion, el primer borrador de Disorder. Pero regresemos al inicio, al momento en que comencé a escribirlo.

Creí tener la idea clara: se trataba de hacer una película de suspenso. La historia debía ir más o menos así: el personaje principal sería un asesino con problemas psicológicos perseguido por una policía obsesionada con el caso. Luego faltaría darle un giro inesperado y por último rematar con un final imprevisible. Nada complejo. Quería escribir algo fácil de vender. Solo me quedaba desarrollar la trama. Tenía claro que el asesino debía padecer un trastorno psicológico, tenía que resolver cuál era el más interesante para la historia que quería contar. Opté por el trastorno de personalidades múltiples, o específicamente hablando, el Trastorno de identidad disociativo. Sin saberlo, me había metido en serios problemas. A partir de ese momento la historia comenzó a trazar su propia línea.

A medida que investigaba más sobre la enfermedad me sentía fascinado por el tema. No obstante, había que modificar un poco la idea original. Comencé a ajustarla con el fin de ser fiel al trastorno del personaje. Para eso tenía que hacer algunos arreglos, así que comencé por cambiar al protagonista. Luego fueron apareciendo nuevos personajes y el asesino también se convirtió en víctima.

La historia tomó otro rumbo. Entre más escribía, menos me importaba la posible audiencia y la terrible idea de escribir algo con el fin de venderlo. Ahora solo me importaban los personajes. Pensaba en ellos en todo momento: en sus sufrimientos, sus sueños y sus pasiones. Incluso llegué a sentirme mal por infligirles tanto dolor. Un día desperté ansioso a mitad de la noche pensando en los abusos a los que sometía a uno de ellos. Lloré. Me resultaba terrible hacer las veces de Dios, pues estaba en mis manos terminar su angustia y sin embargo no lo hacía. Entonces el trabajo se me hizo más difícil.

Al cabo de seis meses llegué a las cien páginas. Tan envuelto estaba en los personajes que hablaba de ellos con mi esposa como si fuesen reales. Mucho me dolía dejarlos ir pero el horror debía terminar. El guion concluye con una carta de despedida que busca liberar de culpa al menos a uno de ellos:

Es difícil determinar a quién culpar por este crimen ya que la responsabilidad de sus acciones debe ser compartida con sus abusadores. Las personas que sufren de este padecimiento son víctimas de un mundo enfermo que los convierte en esclavos de una mente que alberga mucho dolor.

Detective Liz Davis

Este guion me confirmó que cada historia es una búsqueda personal guiada por las emociones. El arte es egoísta y no espera aceptación o reconocimiento alguno.

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