La fantasía hecha poesía de Tolkien


Saúl

No soy un lector apasionado de la poesía, menos un poeta. Claro que he intentado sentir sus tonadas liricas, descifrar sus polifacéticos versos y conectarme con las audaces figuras retoricas y darle sentido al todo. Hasta he intentado escribir poesía. Pero creo que mi relación con la narrativa, sobre todo la fantástica, es muy fuerte, nos atraemos el uno al otro, para perdernos en el relato e imaginar. Y estaba convencido como muchos otros que la poesía y la fantasía no podían ni debían mezclarse, quizás hasta cierto grado, como si se lograra una superposición, en donde realmente no existe una fusión, y ni si quiera un toque entre ambas.

¿Entonces qué hago hablando de ella? Qué puedo contarles de la poesía, de este género tan florido, armónico, aromático, directo, redundante, explosivo, triste lúgubre y alegre, que no puedo comprender del todo.

Lo que quiero expresar es que estaba total mente equivocado. Navegando por las aguas de ríos con nombres ficticios y trotando por tierras tan lejanas que escapan de la realidad, me he topado con un autor que a mi criterio ha transgredido la fina capa que separa la poesía de la fantasía. Me encontré con un autor que me demostró que la fantasía pura no es esclava de la narrativa, que no se repelen y que la unión de ambas resulta tan hermosa, un canto glorioso.

      Creo que todos estarán familiarizados con las obras de este maestro de la narrativa fantástica,  tanto si lo han leído o si han asistido a las salas cinematográficas a ver las adaptaciones de sus libros. Estoy hablando de J.R.R. Tolkien el creador de famosa trilogía del señor de los amillos y la actualmente aclamada película de le Hobbit.

       Cuando leí por primera vez el primer tomo de la obra El señor de los anillos, «La comunidad de del anillo», me perdí en la narrativa descriptiva de Tolkien, quedé enmarañado en el detallado mundo que había creado. Los paisajes tan detallados, la trama tan bien hilada y los personajes con sus personalidades interpretadas a la perfección me sumieron del todo en su relato. No podía soltar el libro, me sentía de cierta manera obligado a acompañar al grupo de aventureros hasta el final.

      Tampoco pude evitar encariñarme con las canciones y poemas que fluían de la mano de Tolkien a través de sus personajes. Pero no les di tanta importancia debido a dos razones. Primero que todo, me encontraba perdido en el mundo que había tejido Tolkien y la segunda es que sus poemas me parecían un tanto difíciles de leer, ya que la mayoría hacen referencias a culturas, lenguajes, lugares y sentimientos que solo existen en la fantasía.  Versos que realmente parecen escritos por seres sobrenaturales. Pero indagando entre sus obras descubrí un libro llamado Las Aventuras de Tom Bombadill y otros cuentos del libro rojo, un hermoso poemario. Uno de los poemas incluidos en el libro me llamó demasiado la atención, poema recitado por el héroe Aragon, quien lo recita a sus compañeros Hobbits en el primer libro de la trilogía de El señor de los anillos. El poema narra la historia de dos amantes: Beren y Luthien, hombre y elfa respectivamente. El poema se titula «La canción de Beren y Luthien», y he aquí un breve fragmento:

Las hojas eran largas, la hierba era verde,
las umbelas de los abetos altas y hermosas,
y en el claro se vio una luz
de estrellas en la sombra centelleante.
Tinúviel bailaba allí,
a la música de una flauta invisible,
con una luz de estrellas en los cabellos,
y en las vestiduras brillantes.

Allí llegó Beren desde los montes fríos,
y anduvo extraviado entre las hojas,
y donde rodaba el Río de los Elfos,
iba afligido a solas.
Espió entre las hojas del abeto
y vio maravillado unas flores de oro
sobre el manto y las mangas de la joven,
y el cabello la seguía como una sombra.

Este poema, como todos los poemas de Tolkien en su versión en inglés, posee una rima muy marcada que casi desaparece en sus traducciones. Se trata de una dulce pero  a la vez triste canción, una hermosa tragedia. Una lucha entre la cosmovisión y las costumbres de dos razas.

Junto a esto leí fragmentos de Introducción a la Fantasía, de Tzvetan Todorov. Este autor afirma que no es posible que la poesía y la fantasía pudieran coexistir. En su libro argumenta que lo fantástico solo puede existir en la ficción, ya que un texto fantástico exige el cumplimiento de tres condiciones: la primera, que el texto debe obligar al lector a considerar el mundo de los personajes como  un mundo de personas reales, y a vacilar entre una explicación natural y una sobrenatural de los acontecimientos evocados. La segunda condición se cumple cuando dicha vacilación entre lo real y lo ficticio, pueda ser sentida por los personajes de tal modo; el papel del lector queda confinado en los personajes y la vacilación se convierte en tema. La tercera condición, la más importante según Todorov, es que el lector abandone cierta actitud frente al texto, la cual sea rechazar toda interpretación alegórica y poética. No hay lugar para el discurso emotivo. Insiste en que la retorica no puede desenvolverse si se encuentra en un entorno fantástico.

      Palabras que llegaron a ser casi irrefutables para mí. De nunca haber leído las obras de Tolkien, creo que habría cedido ante los argumentos que expone Todorov en las páginas de su ensayo. Ahora lo tengo claro, Tolkien es uno de los grandes maestros, no solo de la narrativa. Cada vez que leo uno de sus poemas quedo aun más convencido, de que es posible que la fantasía pueda y deba mezclarse con la poesía. A mi criterio, Todorov está completamente equivocado.

¿Quién es Saúl Donado R.?

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