Los muros vergonzosos


Gabriel García Guzmán_ Perfil Casi literalResulta irónico el funcionamiento de la maquinaria de propaganda de las potencias neoliberales. Y anoto irónico por no calificarlo simplemente de contradictorio, arbitrario o despótico; ese mecanismo de propaganda que en 1982 se revelaba contra el muro de Berlín en canciones panfletarias de los anglosajones como Another brick in the Wall, interpretada por el grupo de rock Pink Floyd.

En aquella época se pretendía, o más bien se fingía, luchar contra la opresión tiránica que dividía al mundo entre capitalismo y comunismo; así mismo, reflejaba los principios capitalistas de individualidad, hipertrofia del «yo» y un sentido narcisista ―que bien puede entenderse como anarcocapitalista― de la vida social.

Luego de la caída del Muro de Berlín en 1989, la apreciación subjetiva de los muros fue desdibujándose por parte de los medios de comunicación. Lentamente, pero con paso firme, se daba otro movimiento de tuerca a la manipulación de la semiótica social. En 2002 el estado sionista de Israel aprobaba la construcción de un muro para segregar a Palestina y usurpar pasivamente su territorio.

Este muro vergonzoso de Israel, que hiere a la humanidad en su condición más honda, impide los derechos más fundamentales del pueblo palestino: territorialidad, independencia, libre locomoción, soberanía, autodeterminación, asistencia médica y sanitaria, educación, etcétera. Estamos hablando del equivalente moderno al aparheid sudafricano contra el que luchó Mandela toda su vida y que deja muy en claro el racismo, colonialismo e imperialismo del actual Estado de Israel.

Pero el dilatado y entretenido asunto de los muros no termina ahí, sino que ahora, un mediocre personaje de la politiquería estadounidense ha vuelto a la batalla de, lo que él entiende, su derecho a establecer un estado policial planetario, segregacionista y falangista. Me refiero a Donald Trump, al que seguramente ya reconocieron los lectores y lectoras.

Con su radical frase de 2015: «―Construiré un gran muro en nuestra frontera Sur y haré que México pague por él.», está marcando una nueva etapa en el divisionismo planetario. Aunque este personaje salido de las oscuras cloacas del neoliberalismo cansino probablemente jamás llegue a la presidencia, ya está reafirmando una vieja frontera en el imaginario de la élite estadounidense, caracterizada en su autoimagen como: blanca, protestante, rica. Contrapuesta, radicalmente, a la pluralidad interracial, religiosa y de clases que representa el Estados Unidos de hoy. Donald Trump está construyendo los muros más peligrosos: los muros de la ideología neoconservadora, xenófoba, intransigente, que no está dispuesta a reconocer siquiera la existencia de la otredad.

Esta radicalización yankee a la extrema derecha me hace pensar si no será Estados Unidos un estado prefascista. Seguramente, si el lunático de Trump llegua al poder, podríamos estar hablando de un Cuarto Reich, informal, justo en las narices del mundo, en el país que se jacta de ser el centro de la humanidad, cuna de la democracia moderna, liberador de los países y, sobre todo, un estado excepcional: exento de algún tipo de juicio o compromiso legal por violar sistemáticamente el derecho internacional; cosa que Trump ya está planificando deliberadamente, principiando por el muro que desea edificar violando cualquier sentido de derechos humanos y libertades sociales e individuales.

Ahora entramos a un problema práctico. ¿Quién juzga a los jueces? El muro de impunidad que tiene Estados Unidos a su alrededor es colosal: Clinton nunca fue a tribunales por bombardear al pueblo Yugoslavia; Bush nunca fue a juicio por invadir Irak con pruebas falsas y ocupar Afaganistán; Obama, tal vez el Nobel de la Paz con más sangre en sus manos, no ha enfrentado la justicia por asesinar sin debido proceso a sus adversarios militares y población civil, violando el derecho internacional, además de las invasiones a Libia, Siria, Yemén, Pakistán, etcétera.

Me pregunto de nuevo: ¿quién juzga a los jueces? ¿Quién se responsabilizará por las cárceles clandestinas de los gringos alrededor del mundo? La humanidad ve impotente cómo un dinosaurio con peluquín se dispone a comandar a buena cantidad de los ejércitos de la Tierra motivado por una agenda demencial. Todo parece indicar que será un baño de sangre. Hilary Clinton tampoco parece ser una solución para esta carnicería de mundo en que nos han hecho malvivir desde 2011 gracias a sus muros de odio.

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1 Respuesta a "Los muros vergonzosos"

  1. Quinbus Flestrin dice:

    Tan vergonzosa como la sistemática violación de todo respeto humano que practican los Estados Unidos (la cual es nauseabunda e innegable) es la manera como usted como articulista se ridiculiza a sí mismo defendiendo directa o indirectamente, en todos sus artículos, el otro polo de poder tiránico y corrupto que arrasa el planeta Tierra: el comunismo. Todas sus posturas quedan siempre ridiculizadas porque insiste en demostrar que un cíclope es mejor que otro. Lamento profundamente su ceguera.

    Los muros, sea cual sea la bandera que los fabrica, como todas las injusticias, conllevan llanto, sangre, sufrimiento, muerte. Defender una estupidez para atacar otra es perpetuar y reproducir hasta el infinito el reinado del terror.

    P.D. Pink Floyd es un grupo de rock.

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