El Nobel sin Nicanor Parra


Leonel González De León_ Perfil Casi literalSe otorgó el Nobel, y como casi siempre, cayó en manos de un autor inesperado (pero al menos ahora sí es un escritor). No he leído a Ishiguro y no me extenderé sobre él cuando apenas deletreo su nombre, pero si la crítica lo coloca a la altura de Martin Amis, Ian McEwan y Salman Rushdie, estoy conforme.

Es imposible equilibrar las preferencias para un premio, pues al igual que cada aficionado al futbol —que tiene una propuesta de entrenador y de centro delantero para su equipo—, cada lector tiene su candidato apelando al idioma, a sus gustos de lectura, al momento en que tuvo su primer contacto con el autor, pero sobre todo —como nos sucede en América Latina— a la intoxicación que sufrimos desde la Metrópoli cultural del norte.

No niego que mucha de la buena literatura de las últimas décadas se ha escrito en los Estados Unidos, pero cansa escuchar que los Roth (Philip, no Joseph), McCarthy, Foster Wallace o Ray Pollock, entre otros, son LA LITERATURA ACTUAL (así, en mayúsculas) y que el resto viene muy atrás.

Yo, como latinoamericano enamorado de su región y de su idioma (ya sé que la lengua no es nuestra sino importada del otro lado del charco, pero es lo que nos une), siempre querré que los reconocimientos se queden de este lado aunque reconozco que nuestros escritores de peso van escaseando y falta que la generación intermedia escriba obras notables que se alejen del Boom y de Bolaño, las dos mayores improntas del siglo pasado. Por eso sigo inclinándome por el Nobel para Nicanor Parra, y si llega vivo al 2018, volveré a hacerlo cuando ya tenga ciento cuatro años. Igual sé que no se lo darán: primero, porque sería el tercero a un poeta chileno, lo que suena exagerado, por ejemplo, ante ninguno para Argentina; y segundo, porque su irreverencia lo condena ante el encorsetamiento de la Academia Sueca. Aquí una muestra:

NO ME EXPLICO SEÑOR RECTOR

Las razones que pudo tener el jurado

Para asignarme a mí

Que soy el último de la lista

Premio tan contundente como este

Hay x lo menos una docena de candidatos

Que con razón se sienten postergados

Irregularidades como esta

No debieran volver a repetirse

Yo por mi parte me querellaré

Contra quienes resulten responsables

Además, el premio es, como los relojes suizos y los sombreros Panama Jack, puro ornamento. Borges, por ejemplo, no necesitó el Nobel para alcanzar la estatura que tiene, no solo en el continente sino a nivel universal; y cuando recibió el Cervantes en 1979 debió compartirlo con el poeta español Gerardo Diego. ¿Quién se acuerda del segundo? ¿Comparten también la cantidad de lectores, las ventas de sus reimpresiones y la discusión académica?

Por eso hay que dejar de lado el tema y volver a sumergirse en la lectura, que es la parte más bonita de todo esto. Vuelvo a Parra, que reclama este premio alternativo:

El Premio Nobel de Lectura

Me lo debieran dar a mí

Que soy el lector ideal

Y leo todo lo que pillo:

Leo los nombres de las calles

Y los letreros luminosos

Y las murallas de los baños

Y las nuevas listas de precios

Y las noticias policiales

Y los pronósticos del Derby

Y las patentes de los autos

Para un sujeto como yo

La palabra es algo sagrado

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