Evo y Vargas Llosa: cóncavo y convexo


Leonel González De León_ Perfil Casi literalEsta semana hubo dos visitantes en Guatemala, ambos coincidentes por su región de origen pero divergentes en sus agendas: Evo Morales, presidente de Bolivia, y Mario Vargas Llosa, escritor peruano.

El primero recibió un doctorado por la estatal Universidad de San Carlos y es presidente de su país desde 2006, después de haber sido dirigente sindical y haber ascendido en las organizaciones de masas hasta convertirse en presidente. Ha sido reelecto en tres ocasiones y es pionero en la reivindicación obrera, en gran medida fortalecido por el movimiento regional de la izquierda de la década pasada que, alrededor de Hugo Chávez, agrupó a los Kirchner en Argentina, a Rafael Correa en Ecuador, a Michelle Bachelet en Chile, y a Lula Da Silva y Dilma Roussef en Brasil, entre otros. Sus logros en el aspecto social son poco conocidos aquí (se sabe que la maquinaria informativa de nuestros países solo tiene ojos hacia el norte y poco o nada hacia el sur del continente), y están basados en el empoderamiento de un pueblo mayoritariamente indígena y postergado durante siglos, igual que Guatemala. Evo es célebre tanto por su irreverencia ante las mineras transnacionales que hasta hace poco dominaban la economía de su país, como por sus flirteos con el futbol en estadios colmados de cholas.

Vargas Llosa, por su parte, llegó al país por invitación de una universidad de derecha para presentar su más reciente libro de ensayos, no de literatura, sino de política económica: La llamada de la tribu. Es un novelista y ensayista, pero también un cuentista que con desacierto pareciera querer ocultar esta faceta de su producción ya que «Día domingo» es un cuento notable dentro de su formación como narrador; sin embargo, cada vez con mayor insistencia y desatino, él insiste en alejarse de lo literario y ahondar en la política.

Es comprensible, y saludable incluso, que cualquier persona busque reinventarse en una esfera distinta a la original: Ernesto Sabato, narrador argentino imprescindible del siglo pasado, hastiado de la introspección, abandonó la escritura y se dedicó a la pintura hasta que la muerte lo alcanzó pocos días antes de cumplir cien años. Muchos otros, sin ser artistas, buscamos a través de la música, el deporte, la cocina o cualquier actividad, una válvula de escape ante una cotidianidad que, anodina como llega a ser cualquier paraíso ante la monotonía, desgasta.

Sin embargo, de ahí a que Vargas Llosa deje de lado su verdadera vocación y que insista en hacer ver su interés por la ideología liberal, hay una distancia enorme. Nada sería más interesante que escucharlo hablar de literatura, pero verlo en el «Hay festival» de Arequipa en una mesa con la bloguera cubana Yoani Sánchez me parece demasiado. Ojo que no me opongo al discurso opositor: en todos lados hay voces que el discurso oficial intentará callar, pero para esos diálogos hay politólogos de carrera que pueden hacerlo mejor que el peruano.

Cuando Vargas Llosa ganó el Nobel de literatura en 2010, en vez de extenderse sobre su obra, que no encuentra comparación con ningún escritor vivo del continente, la prensa cubana remarcó su cercanía con el neoliberalismo y su rompimiento con el gobierno de la isla en la década de 1970 del siglo pasado, haciendo eco de sus posturas siempre controversiales en política. Hay que recordar que en aquella época el escritor peruano fue un seguidor del gobierno castrista que en pocos años se distanció de la izquierda a nivel global.

Por cuestiones insalvables no pude asistir a ninguna de las charlas, aunque si hubiera podido escoger una, habría ido a la de Evo. No por desinterés en Vargas Llosa, pues me encantaría sentarme a escucharlo disertar sobre Flaubert, Faulkner o Alejo Carpentier con la autoridad que lo hace en La verdad de las mentiras y en el Diccionario del amante de América Latina (mi libro favorito suyo fuera de la ficción); pero invertir dos horas escuchando al último eslabón vivo de la etapa más gloriosa de las letras de la región arengar en favor de la expansión del liberalismo, me parece un desperdicio de tiempo.

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1 Respuesta a "Evo y Vargas Llosa: cóncavo y convexo"

  1. Violeta de León dice:

    Es cierto, Vargas Llosa nos decepciona.

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