Sobre la angustia y la esperanza (I)


Carlos_ Perfil Casi literal

El diccionario de la lengua española creado por la RAE define angustia como aflicción, congoja, ansiedad. Temor opresivo sin causa precisa. Aprieto, situación apurada. Sofoco, sensación de opresión en la región torácica. Dolor o sufrimiento. Complementa su conjunto de definiciones además con una nota etimológica: la procedencia del término viene del latín angustĭa, que significaba “angostura” o “dificultad”.

La palabra ha sido problematizada y dotada de una connotación filosófica más compleja, y de ella se han ocupado un buen grupo de filósofos. Y no solo filósofos, sino también escritores, poetas, artistas, pintores, políticos y críticos sociales. Y es que se ha convertido en un elemento muy característico de nuestro habitar. Decir que es algo que acontece en nuestra época, o en la época actual, o en la edad moderna, sería solo decir muy poco. Es algo que nos viene acompañando desde hace mucho tiempo. Para comprobarlo basta echar un vistazo a las tragedias grecolatinas, que desde Esquilo retrataban un elemento angustiante que caracterizaba la condición humana. En algún lugar de La ansiedad de la influencia, el teórico norteamericano Harold Bloom dijo que la esfinge que interroga a Edipo en realidad es una representación de la ansiedad sexual y de la angustia elemental ante la existencia.

En el ensayo Las fuentes espirituales de la angustia y la esperanza, Xavier Zubiri entabla un diálogo con Heidegger sobre el fenómeno de la angustia. Para Heidegger, la angustia tiene un sentido ontológico fundamental, de apoyo. Es para él ese abismo, el punto más bajo, el suelo más inferior al cual se puede caer y, a la vez, el suelo desde el cual cualquier fundamento puede surgir. A pesar de que Zubiri toma a Heidegger como punto de partida, hace de la angustia una reducción fenomenológica desde el ámbito social y las formas en que se manifiesta. Afirma que si bien la angustia no es un fenómeno social en sentido estricto, sí es un estado tan generalizado para que pueda figurar en las características del mundo.

Ahora bien, en el tratamiento que Zubiri da a la angustia, define de ella varios momentos y características que la constituyen. Si bien ninguno es característico exclusivamente de ella, en su conjunto la constituyen. El primero y el que constituye la característica más externa de la angustia no se da únicamente en la convencionalidad que nace de la inseguridad de la vida moderna, sino que surge ante la imposición de la vida. Se da cuando a pesar de esa inseguridad, la sociedad impone al individuo el tener que vivir.

Dentro de este “tener que vivir” se da una constante preocupación por el futuro. Con esta caracterización, Zubiri entabla un diálogo con Heidegger de nuevo, aunque no lo menciona de forma específica. La referencia es Ser y tiempo, específicamente, los apartados destinados al tratamiento del tiempo y de la temporalidad. Heidegger llega a caracterizar la existencia humana como un proyecto: como un estar lanzado o arrojado hacia adelante; y entiende la preeminencia de esta proyección de la existencia hacia el futuro y la forma en que esta influencia y define los actos presentes y pasados. Así, según Heidegger, el ser humano se define como un ser “futural”, un proyecto. Vale hacer la referencia de la etimología de la palabra Iectum, que en latín significa algo arrojado o lanzado; y el prefijo “pro” se utiliza para enfatizar la dirección de ese lanzamiento.

Este carácter, según Heidegger esencial y constitutivo del Dasein, caracteriza a la angustia en función de su preocupación. Afirma Zubiri que toda vida lleva consigo un momento de preocupación e inquietud por el futuro. Esta preocupación aumenta en la medida en que el futuro se avecina. Así, no se habla de un futuro remoto sino de un futuro próximo, que adquiere el carácter de “inminente” e “ineludible”. “La futuración reviste aquí un carácter específico: es opresión, y al tornarse la inquietud en inseguridad creciente, la preocupación reviste una nueva cualidad: en ansiedad”. Esta sitúa al angustiado en una situación de impotencia y es este el primer momento de la angustia.  Por otra parte, el carácter “futural” con que Heidegger caracteriza el Dasein sería puesto, por Zubiri, como uno de los factores de la angustia: “El futurismo reacciona sobre el presente disolviéndolo en angustia”.

Es interesante observar cómo, semánticamente, la definición de la DRAE incluye varios términos que Zubiri toma en cuenta para definir el primer momento de la angustia: los términos de “ansiedad” y “opresión” parecieran estar ahora más fundamentados, según la explicación de Zubiri. Luego es preciso definir los otros momentos que definen la angustia. Como se ha visto, es solo la conjunción de todos la que puede llegar a constituirla.

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