El #25N en Panamá (o cuando nos desmovilizamos)


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalLlevaba tiempo pensando si escribir o no este artículo y al final decidí hacerlo porque creo que en parte reúno el sentir de varias compañeras a quienes, al igual que a mí, algo les incomoda.

Este 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres y me da pesar que en Panamá nos desmovilicemos y que las acciones nuevamente tengan que ser institucionales, a puerta cerrada, en forma de misa de santo para quienes ya están concientizadas (salvo marcadas excepciones).

Lo que más dolor me causa es que ha habido oportunidad para articularse, comunicarse, dejar egos aparte y montar una marcha que nos movilice en este día como sucedió en años anteriores; que nos haga recorrer las calles de Panamá sin importar incluso que sea domingo, pero parece que si no son unas cuantas las que llaman a marchar y trabajar en conjunto, a nadie más le parece que eso es buena idea; por lo que se cierran a trabajar en ideas que desmovilizan y, de forma indirecta, “celebran” que exista un día contra la violencia hacia las mujeres, cuando en realidad deberíamos reflexionar lo jodido que es que tenga que existir ese día.

El #25N no es un día de celebración, mucho menos un festival, sino un día de emputamiento donde nos levantamos por la reivindicación y vindicación de nuestros derechos, y como tal, se debe salir a la calle y recordar nuestra base como movimiento en la lucha feminista popular, que como movimiento representamos la resistencia al sistema patriarcal y que desde la calle se pueden emprender diferentes acciones que permitan demostrar nuestra molestia y hacer visible nuestra insatisfacción.

He aquí donde debo confesar que así fue como yo me encontré con el feminismo. La primera marcha en la que participé fue en la de un #25N y, cuando escuché las consignas y leí las pancartas, me di cuenta de tantas cosas que no había logrado entender en charlas o en ferias que abogaban por los derechos de la mujer, porque el verdadero cabreo y la verdadera indignación no te la enseñan en espacios cerrados. No es lo mismo ver una noticia vacía de un femicidio que ver a familiares hablando de forma desgarradora en una concentración sobre la violencia del sistema de justicia, tampoco es lo mismo mirar el problema que pararse del lado del ofendido y formar parte de quienes buscan romper el silencio.

Por esa razón, las actividades que se presentan, talvez con buenas intenciones, el mismo día donde debemos expresar nuestro fastidio en las calles, me resultan separatistas y disgregadas a la razón de ser del #25N porque, coincida o no en horarios, estas actividades se presentan como una opción alternativa a las acciones de calle y eso, de por sí, desmoviliza, fragmenta y se muestra como una estrategia para frenar la resistencia popular.

Por otra parte, acciones artísticas también pueden ser llevadas a la calle. Hace algunos años se hicieron performances callejeros sobre violencia, cuyas interpretaciones lograron impactar a quienes se toparon con la marcha en el camino. También están de ejemplo las batucadas feministas y la movilización en topless de hace tres años, desde la Plaza de 5 de mayo hasta la Corte Suprema de Justicia, para denunciar la doble moral con la que se trata el cuerpo de la mujer y los femicidios. Cuando el arte se utiliza como protesta se entiende como una herramienta, pues, en este caso, cuando ocurre al revés, solo se feminiza.

Cierro mi columna diciendo que no existe ninguna acción que sea más importante que otra. Necesitamos que todas las agendas contengan acciones feministas, pero al mismo tiempo, si nuestro propósito es romper con las brechas de género, debemos ser conscientes de que lo primordial es formar parte de una agenda conjunta. Especialmente en fechas como el #25N y el #8M las mujeres de todo el mundo debemos tener claro que las calles deben tomarse para mostrar nuestra emancipación.

¿Quién es Corina Rueda Borrero?

 

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