No hablemos de amores


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalLa generación del clic se ha caracterizado por su cultura del descarte —la cual no se reduce a las prácticas tecnológicas—. Con un swipe left o un swipe right las necesidades sexoafectivas pueden ser resueltas entre lxs solterxs.

Tinder, Bumble, Hinge. La lista puede seguir. A cada abrir y cerrar de ojos se abren nuevas plataformas que nos prometen amor, compañía y amistad, pero para que esto ocurra también debemos ofrecernos al mercado. La foto correcta, una que muestre nuestra personalidad, mejores atributos y cualidades. La descripción perfecta, tu signo del zodiaco y que tampoco se nos vaya a olvidar poner nuestras medidas. Altura, talla, la cantidad de veces que nos gusta hacer ejercicio o no, si somos vegetarianos, veganos, dieta paleo. Responder a los que estás buscando en la aplicación o solo dejarte llevar por lo que vaya surgiendo.

Al final —pregunta tras pregunta y swipe tras swipe— una parte de nosotros también se va quebrando porque también hemos reducido nuestros sentires a la objetificación de los cuerpos. Entonces ¿se le puede llamar amor a eso? ¿Es posible que con un clic estemos cada vez más cerca y que nuestras relaciones sean más allá de un polvo, o será que solo nos estamos condenando a ahogarnos en la monotonía de camas semi-llenas o semi-vacías a ratos?

Pienso a la vez que la pandemia nos ha legado la angustia y el distanciamiento social. Entonces entre las pocas energías que nos quedaban para apenas encontrar cobijo en las noches también se nos suma el miedo a la soledad. Esa soledad que trajo el distanciamiento para quienes por mucho tiempo hemos puesto como prioridad nuestra vida profesional y el futuro que imaginábamos y que se fue abajo. Nos dimos cuenta de que ante la desnudez de la humanidad quedábamos indefensos y talvez habrá alguien que haga más llevaderas estas esperas a la muerte.

Soledad, distanciamiento, COVID-19. ¿Es posible que nuevas formas de conocerse existan sin que tengamos que mercadearnos como en una feria? ¿Será que los futuros amantes podrán encontrarse sin debatirse entre el miedo a quedar nuevamente por meses sin calor o por simple desesperación? ¿A dónde vamos en este mundo de la virtualidad en donde todos se tambalean entre placeres momentáneos o promesas eternas?

No creo que como están las cosas sea posible que hablemos de amor o que ni siquiera estemos seguros de lo que eso se puede significar. No me queda claro si lo que somos está dibujado por las ideas vagas de quienes creemos ser y tratamos de construir sobre un futuro que ya no existe. Pero la verdad es que las respuestas tampoco están en sucumbir al olvido eterno de varios cuerpos que se repiten como un caleidoscopio o en las ansias de rellenar espacios vacíos.

No vengo a dar una fórmula mágica e infalible, pero pongo sobre la mesa las dudas que surgen en este embrollo al que se le llama modernidad y sus relaciones, porque más que dar respuestas, el regalar preguntas es lo que nos permite ver estas complejidades para que cada uno halle su propio camino.

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