Nuevos comienzos


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalMi última columna en (Casi) literal fue hace un año. Al poco tiempo, sin proponérmelo, sumida entre diversas tareas de la maestría, dejé de escribir sin decir nada voluntariamente; y, a diferencia de lo que estoy acostumbrada a ver, no hice un artículo de despedida. Tampoco publiqué mi último artículo en mis redes, con lágrimas entre los clics, porque me dolía dejar un espacio que me había acogido desde 2015, cuando era una donnadie. No hice check a ninguno de los clichés típicos que se hacen al abandonar un espacio y es que talvez en ese momento no estaba lista para los adioses.

De alguna forma, esta persona que vuelve a retomar esta página con formato estándar para dirigirles estas palabras, nunca estuvo lista para abandonarles. Y es que, siendo honesta, (Casi) literal me ha dado la oportunidad de entender la multiplicidad de voces y de preocupaciones que me habitan. Al comprenderme como un ser no lineal también lo que escribo refleja mis contradicciones, por eso durante los últimos años mis artículos han variado desde lo político a lo existencialista, desde la lucha feminista hasta las retóricas del mundillo literario. Me he explayado en momentos llenos de ira, pero también he recogido amor y esperanza por un mundo que desearía que llegue. ¿Y si Whitman me escuchara? Con seguridad repetiría conmigo: «Contienes multitudes».

A su vez, veo este año de ausencias como el que necesariamente no tiene que verse definido por cuantos artículos escribí o por todas las veces que estuve al borde del pánico a raíz de la crisis mundial. En este año también le di la bienvenida a la incertidumbre para que no se burle a mi costado de mis inseguridades, sino que se transforme en combustible para encontrar respuestas donde solo hay dudas o ansiedad. Este año fue también para darme cuenta de la importancia de mi tiempo, de saber que cada segundo se instala en mi cuerpo para no escaparse y que la memoria es un ente que regresa en los momentos menos esperados.

También fue un año en que el olvido no es negociable porque, más allá de las fronteras, es en mí donde se amasan ruinas y no queda de otra que descifrar lo que significa cada grieta. Lo es la nostalgia que siempre se acoraza a mi pecho y no teme en estallar con furia una vez al día porque es mejor gritar en lágrimas que en gritos que alerten a otros. Fue un año que podría ser una metáfora o la más cruel de mis verdades donde me hallo en pieles que antes no reconocía. Fue mil y una verdades. Significó saber que existo y también dudarlo. Fue un año en el que me he hecho las preguntas correctas para cubrirme de dudas que también les puedo compartir en otras palabras. Fue saber que nunca he tenido razón en nada y solo puedo limitarme a escribir en una interrogante permanente.

Me releo y pienso lo confuso que puede ir sonando todo lo que menciono, pero es que me doy licencias para ser incoherente y divagar. También en el no decir nada y crear mitos se albergan lecciones, y de eso se puede estar seguro después de haber atravesado un año lleno de altibajos.

En fin, si me preguntan qué se puede esperar de mí después de no escribir artículos durante un año, diría que lo principal sería visibilizar que es válido sentirse contrariada. Estamos tan convencidos de que es necesario tener una opinión inamovible que no nos permitimos cuestionarnos, y esto puede lograr que nos estanquemos en mil y un errores. La capacidad de contradecirse, de abordar el mismo tema desde la desesperación y la confusión es la mejor herramienta para ahondar y crear nuevo conocimiento.

Nada puede ser estático y a raíz de esta verdad declaro que en esta nueva fase de la Silampa Colorá’ habrá más preguntas que respuestas con el fin de que, entre todos, ejercitemos la mayéutica, el nacimiento de ideas desde la colectividad.

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