Aura Rostand: el Huerto cerrado de la poeta «underground»


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Tengo en la memoria los ojos de Helena Ramos como los de una lechuza que no duerme en busca de poemas que nadie ha leído. Helena, escritora, periodista, editora, crítica literaria; es una de las intelectuales nicaragüenses de mayor solidez y objetividad de la zona. Digo nicaragüense sabiendo que además es rusa y que el español es su segunda lengua, y sin embargo lo escribe mejor que muchos de nosotros. Lo que confirma que también Ramos es una excepción a la regla. Habrá pasado menos de un año desde que le hice esta entrevista a propósito de María Selva Escoto, conocida por su nombre artístico Aura Rostand. No conviene mencionar que era hermana del poeta Salomón de la Selva, ya que los hombres siempre acaparan e invisibilizan a las escritoras. Las escritoras siempre han existido, nada nuevo es que las mujeres escriban y que lo hagan bien. Desde la Pola Argentaria que como nos cuenta Sor Juana Inés de la Cruz, ayudó a su marido Lucano a escribir la gran Batalla Farsálica, hasta la nicaragüense Aura Rostand nacida en 1899 en León. Si bien Rostand es una poeta irregular, y no me satisfice con su poemario, este aporte debe valorarse y entenderse desde una perspectiva histórica; y dentro de la misma, en términos saussurianos desde la sincronía, en especial por tratarse del espacio íntimo de una mujer del siglo pasado. Recordemos que en dicha época no era bien visto que las mujeres escribieran. De ahí que este hallazgo, proeza de Ramos, sea de gran relevancia para completar ese vacío histórico en la literatura nicaragüense: nosotras.

En la presente entrevista, algunos lectores se enterarán también que las bisabuelas de Rubén Darío no fueron ajenas a la escritura; probablemente si las mujeres del pasado hubiesen tenido el mismo acceso a los libros y las mismas oportunidades profesionales que los hombres, otro sería el presente. Lo que cuenta, sí, es que hoy todas podemos educarnos e ir a la universidad, y que ningún hombre (o mujer-machista, se han visto casos) puede dominarnos, someternos y mucho menos imponernos qué es buena literatura y qué no, porque los tiempos han cambiado y hoy nosotras tenemos seguridad en nuestro propio criterio. Hoy somos más libres que ayer. Un poco, pero ya vale. No es nuevo tampoco que Helena Ramos desde hace años se dedica, entre otras cosas, a rescatar y reivindicar el lugar de las escritoras en la literatura nicaragüense; en especial las marginadas, y esto, confiesa: “por llevar la contraria. Además de eso, viene de la solidaridad y la sororidad. Del marxismo y del feminismo”.

Este conjunto de poemas titulado Huerto cerrado, que Ramos recopiló, representa una ardua labor de investigación, lectura y estudio. Aura Rostand es ante todo una poeta del amor, pero también de “retratos literarios de muchachas de su tiempo, poemas necrológicos, patrióticos y religiosos (no místicos)”.

Sean bienvenidos y bienvenidas a esta conversación sobre la poética de Rostand, sobre “la mano pachona” de la edición, el canon, las contradicciones y la relativa mejoría de la situación de las escritoras en la Nicaragua de ahora.

Eunice Shade: Este es prácticamente un descubrimiento arqueológico importante para Nicaragua… ¿Cómo llegaste a Aura Rostand? ¿Cómo la descubriste?

Helena Ramos: –Desde hace años me interesan las escritoras que forman parte de la “epopeya de las olvidadas”. De algunas se conoce solo el nombre; de otras, unos cuantos textos; las terceras publicaron libros, pero dar con ellos es toda una hazaña; y todas comparten el olvido y la marginación.

La figura de Aura me llamaba la atención desde hace una década, pero tuve acceso a una cantidad significativa de sus poemas solo en 2013, gracias a Luis Bolaños-Salvatierra, quien, investigando a Salomón de la Selva, encontró numerosos escritos de Aura y los compartió conmigo. Impresionada, empecé a buscar yo también, y así surgió “Huerto cerrado”.

ES: ¿Cuánto tiempo pasas en las bibliotecas?

HR:– No sabría cuantificar, pero no soy un ratón de biblioteca, ¡sino toda una rata! Frecuento a la del Banco Central de Nicaragua, donde trabajo, la del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica y la Nacional; en esta última hallé varios poemas de Aura, y en la del IHNCA, algunos datos para su biografía que está lo que se dice “en construcción” porque todavía se sabe muy poco sobre su vida.

ES: ¿Con qué criterio ordenaste la selección de su poesía?

No es una selección; el libro engloba todos los textos literarios que he podido recopilar. No incluí los artículos periodísticos.

Estoy clarísima de que los poemas son desiguales en el aspecto estético, pero quise dar a conocer el total de la obra de Aura Rostand, debido a su valor histórico (aunque Harold Bloom no esté de acuerdo).

El criterio es cronológico-temático. Quería que reflejara la evolución de Aura como poeta.

ES:¿No crees que haberle modernizado la ortografía le resta voz propia?

HR:–Según mi criterio de editora, la ortografía arcaica más bien estorba en la lectura. Si fuera una edición faximiliar, sería otra cosa. Conservaría todo, incluyendo las erratas.

ES: Como editora, ¿Qué tanto de vos dejaste en este trabajo?

HR:– Mucho. Detrás de varias notas a pie de página hay una larga búsqueda de información. Gestiones y reflexiones.

ES: ¿Huerto cerrado es el libro que Aura “decía que tenía”, más tus añadiduras… o es uno completamente nuevo? ¿Hasta dónde llega “la mano pachona” de la editora?

HR: –Del libro original solo me llegó el título. No creo que el contenido del Huerto cerrado que se publicó en 2013 sea igual a los del poemario original de Aura. A lo sumo, habrá coincidencias.

En cuanto a la “mano pachona”: cambié una única palabra en más de 150 textos, pero la estructura del poemario es totalmente mía.

ES:¿A quiénes más consideras parte de la “epopeya de las olvidadas”?

HR: –La lista sería larga. Mencionaré solo a algunas: Rita y Ventura Mayorga, ambas bisabuelas de Rubén Darío; Josefa Ortega de Lezcano, probablemente, la primera nicaragüense que había publicado un poema bajo su propio nombre; Mercedes Bermellón, mencionada en un artículo periodístico en los años 90 del siglo XIX; Blanca del Valle (seudónimo de María L. viuda de Tuggle), contemporánea de Aura Rostand; Carmen Sobalvarro, la única que formaba parte del Movimiento de Vanguardia…

ES: ¿De dónde nace tu interés por las marginales?

HR:–Tal vez, del deseo de llevar la contraria a las “voces autorizadas”, de preguntarse siempre qué hay más allá de lo conocido.

ES:¿Crees que el “canon” es una cuestión política? ¿O qué criterios se utilizan para el mismo?

HR:–La política interviene en el canon de diversas maneras. En teoría, nada impide a una leer y apreciar la obra de tal o cual autor o autora, pero cuando un texto resulta difícil de localizar, la mera búsqueda se vuelve un reto. La publicación de textos o de libros, la inclusión en antologías, incluso la cobertura mediática inciden en la entrada al canon, y los factores políticos inciden a su vez en todo lo antes mencionado. Harold Bloom sostiene que el canon lo forman los propios artistas creadores, pero preguntémonos qué o quién o quiénes inciden en el modo de pensar de los creadores en cuestión.

ES: ¿No te parece que algunos de los textos de Rostand son “lugares comunes” del modernismo masculino heterosexual? Al menos a mí me lo pareció.

HR:– Sí, hay lugares comunes y estrofas desafortunadas, de sentimentalismo más rastrero, como, por ejemplo, esa: “adiós, pajarito mío, / de pesar me moriré…”. Aura no era una poeta de gusto impecable.

ES: En tu presentación a Huerto cerrado escribiste que Rostand es “modernista en unos poemas suyos, posmodernista en otros, en los escritos mejor logrados revela su destreza en el manejo de la métrica, riqueza metafórica e intensidad emotiva. Incluso en los desaciertos logra un acento personal, reconocible”. Me preguntaba si te referías a “modernista” como imitadora de Darío.

HR: –La impronta de Darío se percibe en Aura, pero no se trata de una imitación servil. Comparte el gusto por lo vistoso y exótico, por la pedrería refulgente (propios de cierta etapa dariana) y por la variedad de métricas.

ES:¿El acento personal es más importante que los desaciertos literarios, por qué?

HR: No afirmo que el acento personal sea siempre más importante. Empero, cuando los desaciertos son la consecuencia de búsquedas, tienen su mérito.

ES: ¿Era común en la vida de pueblo escribir poemas a las amistades, a las hijas-hijos de amigos, a la muerte de alguien etc.? ¿Se ha perdido esa costumbre? Es decir, la poesía como registro de efemérides o eventos sociales.

HR: —Era algo muy común, y no solo en Nicaragua. Pushkin y Darío (menciono a dos lumbreras) escribían poesía de álbum. Eso se perdió ahora, y no sé si alegrarme o lamentarlo.

ES:¿Debe ser la poesía autobiográfica?

HR:–Creo que en una gran medida sí. Ella misma lo admitía.

ES: A pesar de sus desaciertos encontré adjetivos interesantes como “Mil y una nochescos”…

–En efecto, es un neologismo acertado.

ES: Hay mucha tristeza y desasosiego en la poesía de Rostand, ¿crees que sea un tema, o una vivencia personal?

–Las dos cosas. Por un lado, la tristeza estaba de moda, y eso debió haber influido a Aura. Por el otro, la vida de ella no era precisamente fácil. Limitaciones económicas (en especial, después de la muerte de su padre), enfermedad (no se sabe de qué padecía, pero el Ministerio de Instrucción Pública le financió un tratamiento), amores complicados, la muerte de su primera hija… Y la situación política de Nicaragua no dejaba de preocuparla. Total, le sobraban los motivos.

ES: ¿Notas algún conflicto religioso en su poesía? Me llamaron la atención las dos “Dudas”.

HR: — María de la Selva era una persona muy religiosa (si bien su poesía religiosa no es, a mi juicio, la mejor lograda). Trataba de ajustarse a lo que la Iglesia católica de su época predicaba como el deber sagrado de la mujer. Sin embargo, el ajuste nunca fue completo. Sus necesidades psicológicas entraban en contradicción los las disposiciones de la Iglesia. Muchas de sus amistades olían a azufre, pues eran ateas; otras amistades suyas eran feministas activas… No he percibido ese conflicto en su poesía, mas, sin duda alguna, hubo conflicto entre lo que ella creía correcto y lo que vivía en realidad.

ES: ¿El poema “Amelita Ruiz”, está inspirado en Margarita Debayle?

HR: –“Margarita, está linda la mar…” es un cuento en verso, con un argumento claramente perfilado. “Amelita Ruiz” es un medallón poético. Ambos comparten la estética modernista.

ES:¿Por qué se cambió el nombre? ¿Para que el patriarcado no la reprendiera?

HR:– Es posible que decidiera usar seudónimo y mantener en secreto su identidad durante unos dos años temiendo ser desacreditada por dedicarse a algo “impropio para una señorita”. En ese entonces, el culto a Darío y al “Divino Arte” se combinaba perfectamente con el sexismo. Escogió el seudónimo en tributo a Edmond Rostand, autor de “Cyrano de Bergerac”, personaje a quien María admiraba mucho.

ES:¿Por qué se fue del país?

HR:– No se sabe por qué se fue. Casi todos los De la Selva, excepto Evangelina, se fueron de León a México. En el caso de Aura, es posible que los motivos políticos se combinaran con los personales, pues ella se divorció de su esposo, Asdrúbal Ibarra, y quizá quería cambiar de aires.

ES: Helena, ¿Cómo es que había sido cónsul en Estados Unidos, y admiraba a Sandino, y era antiintervencionista? ¿No es esto para los más radicales contradictorio? Igual su esposo, graduado en el mismo país.

HR:– Es hasta cierto punto contradictorio. Sin embargo, Aura fue nombrada cónsul debido a su trayectoria de poeta, creo que ni la cancillería esperaba de ella grandes gestiones diplomáticas. Por otra parte, ser antiintervencionista no necesariamente implica animadversión hacia los EE. UU. Diego Rivera y Frida Kahlo, mucho más radicales en política que Aura, pasaron una temporada en los Estados Unidos.

ES: Háblame de la relación con Frida y con Eunice Odio.

HR:– Hay una foto en la que Aura aparece con Alfonso Arana (actor), Diego Rivera, María Félix y Frida Kahlo. De acuerdo al testimonio de María Manuela Sacasa de Prego, sobrina de Aura, Rostand frecuentaba los círculos de actores y artistas plásticos de México y era amiga de varios personajes conspicuos. Ella pregonaba a los cuatro vientos que “no era feminista sino femenina”, pero sus amistades siempre fueron nada convencionales… Dime con quién andas y te diré quién eres.

Como no he tenido acceso al archivo de Aura ni a todos los artículos periodísticos que publicó en México, no podría decir si se relacionaba con Eunice Odio. No me extrañaría si así fuera.

ES: ¿Dónde está enterrada?

HR:–¡Quisiera yo saberlo! La familia no ha proporcionado este dato. Es más: todavía no sabemos el año exacto de su muerte, acaecida a finales de los 50.

ES: A propósito de la marginalidad de Rostand…¿Consideras que la situación de las escritoras mujeres ha mejorado en Nicaragua? ¿Por qué?

HR:– Ha mejorado muchísimo en comparación con la del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, cuando las escritoras eran vistas como raras y vagamente sospechosas y el sentir general se expresaba en el perverso dicho “mujer que sabe latín no tiene marido ni tiene buen fin”. No hemos alcanzado la equidad ni mucho menos, pero ahora el desequilibrio no es tan absoluto. Sin embargo, diría que la situación ha empeorado en comparación con la década de los 90 e inicios del siglo XXI, porque en ese tiempo las escritoras emergentes eran muchas y notorias. En cambio, entre los autores emergentes actuales, cuyos años de formación corresponden a la década de los 90, casi no hay mujeres y las que están presentes son poco visibles. A estas alturas, nadie prohíbe a mujeres escribir y publicar, pero hay algo interno que les impide hacerlo. ¿Será que no se atreven a matar al Ángel del Hogar o, al menos, dejarlo noqueado?

ES:¿Cómo lograr el balance y la justa crítica entre escritoras y escritores en Nicaragua?

HR:– Casi todas las reseñas literarias son escritas por varones. Si no nos encargamos de estudiarnos y de visibilizarnos, nadie más lo hará. No podemos obligar a los machos a respetarnos y ser justos (al menos, no en el ámbito de la crítica literaria). La violencia simbólica no aparece tipificada en la Ley 779 y casi todo el mundo la ejerce sin darse cuenta. Es algo que no se puede erradicar por vía jurídica. Pero nosotras sí debemos aprender a respetarnos.

Algunos de los pasos para lograr este balance es tomarnos en serio estudiando a fondo y promoviendo la obra de escritores y practicar –y no solo predicar– la sororidad. Por ahora, para ser iguales debemos ser mejores. De preferencia, mucho mejores (con eso no pretendo decir que seamos “buenas”, es decir, complacientes; todo lo contrario).

Nota: Huerto cerrado es una publicación del Banco Central de Nicaragua (BCN) y es sin fines de lucro. El poemario puede ser consultado en línea en la bibllioteca del BCN.

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