Holiwis


Estamos obsesionados. Sí, la necedad nos atrapó. Queremos capturar en acción al colibrí enamorado de la frondosa cabellera de la mata de albahaca del jardín, coronada con diminutas pero jugosas flores.

Siempre que escuchamos el zumbido de su invisible y frenético aleteo, JL se desliza lo más sigiloso que puede, celular en mano, para tomarle video. Finalmente, un día de brumosa modorra logró retener en el aparatejo el espíritu de Holiwis —así le pusimos al colibrí amante de la albahaca—. Es hermoso verlo en slow motion. Aunque luego borramos el video para que el inquieto noviezuelo de la albahaca recuperara su espíritu.

Brrr, brrr, brrr, brrrrr, vibra mi tímpano, y no importa qué esté escribiendo en la compu frente al ventanal, desvío la mirada hacia Holiwis, ese motorcito con alas, y sonrío por él, por lo satisfecho que va de acá para allá, como niño hiperactivo sin ritalina, entre los petalitos y pistilitos.

Ñonería aparte, verlo zumbando me hizo recordar los deliciosos haikais de Flavio Herrera, el sensible y receptivo genio de la literatura guatemalteca del que no mucho se escucha, pero que tanto y tan bien volcó sus imágenes en aromáticas frases.

Para los irreverentes que jugamos con las palabras sin pena ni gloria, joyas como las que nos regaló Flavio con sus vigorosas y luminosas metáforas, inspiradas en nuestra exótica explosión de vida tercermundista, son como colochitos de guayaba que te endulzan la vista, el oído y la neurona chamuscada de tanto lamento.

Hace ya algunos años, cuando disfrutaba lo que hacía, parí un librín medio primoroso que compartía a los niños lo que Flavio Herrera decía que eran:

Emoción. Síntesis. Bruma.

Todo el milagro del mar

en una gota de espuma.

Haikais, pues, es lo que contiene ese puñado de páginas a las que nombramos como El ratón aviador y otros haikais, de Flavio Herrera. Creo que todavía existe por ahí. No sé, ojalá.

Por cierto, ¡oh, casualidad! Como ratón aviador describía haikunamente Flavio al murciélago, el pobre mamiferito que por ser delicatessen oriental culpan de toda esta debacle mundial.

Pero prometí alejarme de ese tema, así que volvamos a las descripciones poéticas y memorias de mejores tiempos que me inspira Holiwis frente al ventanal.

Mmmmm, pero ya es todo lo que logró inspirarme, justo antes de que mi gata, agazapada entre las orondas flores de doña hortensia, sembrada justo al lado de la señorita albahaca, de un salto intentara cazar a Holiwis. Obvio no lo logró. JL dice que fue porque mi gata está muy gorda y perdió agilidad. Yo prefiero pensar que fue porque ese motorcito con alas, colmado del néctar de la señorita albahaca, es más chispudo que un ratón aviador.

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