Vamos por partes, diría Jack el destripador…


…y también diría mi amigo Panchito Méndez cuando quiere explicar algo, lo que sea, de cualquier tema bibliográfico, filosófico, chismológico, literariófico, caninófico o cotidianófico.

Francisco es el escritor menos escritor que conozco, si consideramos a un escritor como una persona ególatra, arrogante y egoísta, así que prefiero considerarlo (en un ejercicio ególatra, arrogante y egoísta) como el más ameno conversador, el intrépido periodista, la autoridad en literatura centroamericana, el antologador avezado, el apasionado por la novela negra, el prolífico narrador, el generoso catedrático y el padre del detective Pérez Chanán.

Y conste que no estoy siendo infiel a mis principios de «no machucarse los egos» porque lo que deseo expresar no es un eufemismo o una melosa y embelequera apología dedicada a Francisco Méndez, Premio Nacional de Literatura 2017; sin embargo, ahora que me enteré de su delicada condición de salud, comencé a recordar todo lo que hicimos juntos y lo que me enseñó.

¿A cuántos ha enseñado? ¿Con cuántos ha trabajado proyectos periodísticos, literarios y académicos? Con buen porcentaje del mundo cultural centroamericano y europeo, así que me salva la masividad.

Gracias a Francisco existe por ahí, en el catálogo de editorial Piedra Santa, una audaz antología de literatura centroamericana contemporánea que una tarde de cafecito y postre en aquella librería sobre la Avenida Reforma bautizamos como Tiempo de narrar.

Con Francisco también cometimos otra indiscreta abusivez al publicar una chulísima recopilación de los cuentos sobre deportes del nica Sergio Ramírez. Con el título de esta antología no jugamos mucho porque era inevitable encaramarnos sobre el apropiado nombre de uno de los cuentos: El juego perfecto.

Tengo una deuda con mi querido Francisco porque no logré publicar Completamente Inmaculada en la colección Mar de Tinta, pero no fue por falta de entusiasmo de mi parte o de talento del suyo, sino que el tiempo y la fastidiosa burocracia me ganaron la batalla, por lo que mi cuenta en números rojos es triplemente ignominiosa. Sin embargo, pagaré esa deuda. Es una promesa de editora olvidadiza.

Panchito, lo que tienes de alburero, creativo y anecdótico, didáctico, ameno y genuino, también lo tiene de chincurriento —diría mi abuela—, porque, desde que te conocí, tu cuerpo se niega a ser fiel a esa vitalidad hermosa que fluye por tus venas y neuronas.

Saldrás de esta, Panchito, aquí estamos tu ejército de agradecidos amigos. Te volverás a recuperar poco a poco o mucho a mucho, con ese paso cadencioso que te heredó el ácido úrico; porque, como diría Jack el destripador: «Vamos por partes».

¿Quién es Michelle Juárez?

 

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