Harry Potter y la guerra de los sexos


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal 2He visto muy pocos comentarios sobre este escándalo en medios latinoamericanos, así que voy a resumirlo de la siguiente manera: cansada de inventar trivias ridículas sobre su universo de nigromantes y pelear con el presidente Trump, J. K. Rowling decidió usar su cuenta de Twitter para arremeter contra una serie de artículos y contenidos a favor de la comunidad trans.

Notablemente atacó un artículo sobre «personas menstruantes», mofándose del que considera un eufemismo afectado para hablar de mujeres. Dependiendo de la fuente, entre 4 y 20 por ciento de la comunidad millennial (tan enamorada del drama digital como de los niños magos) se identifica como LGBT, así que los comentarios fueron recibidos con ira y tristeza. Rowling fue declarada una TERF, término que describe a las feministas radicales que excluyen de su comunidad a las mujeres trans.

J. K. Rowling entonces usó su sitio web para exponer en un ensayo las consecuencias de lo que ella llama un simple reconocimiento científico: desde videos de fans destruyendo sus libros hasta amenazas de muerte. Para su elaboración usó información un tanto cuestionable sobre psicología de género y biología reproductiva. Agregó también argumentos como el arrepentimiento de las personas trans que «transicionan» o el potencial de violaciones que acarrean los baños. Desde entonces, la mención de Rowling es una invitación a cuestionar los derechos de la comunidad trans y reiterar cómo están destruyendo la sociedad como la conocemos.

Ahora bien, el concepto de transgénero es más complejo y delicado que la selección de juguetes de infancia o las decoraciones del baby shower. Típicamente se define como una expresión o identidad de género que difiere del sexo asignado al nacer. A esta condición se le conoce como disforia de género. La OMS ha descartado a esta disforia de la lista de trastornos psicológicos y los estudios en torno a sus causas y su cuidado avanzan precariamente por los prejuicios y la falta de integridad informativa. Sin embargo, la primera ruta para comprenderlo consiste en separar las definiciones de sexo e identidad sexual. El sexo lo conforman los cromosomas XX y XY, y la identidad sexual se divide en género, rol social y orientación.

Muchas personas aducen que entender la diversidad significa borrar los conceptos de macho y hembra para la humanidad, pero sucede que los conceptos en torno a la sexualidad tienen más que ver con cultura que con genitales. Incluso nuestra idea acerca de qué es masculino y femenino está en constante evolución: alguna vez fue vulgar que una mujer usara pantalones o que un hombre comprara crema hidratante. Sin embargo, la gradual aceptación de estos cambios en perspectiva requiere tiempo, tolerancia y juicio; tres recursos que cada vez escasean más entre la humanidad.

En un mundo perfecto ya habríamos desarticulado las absurdas redes de privilegio y discriminación donde se columpia nuestra especie, pero la verdad es que aún tardaremos en desarmarlas (y reemplazarlas con otras).

Nadie debería informarse por medio de una mujer que nunca ha escrito ni vendido un libro de psicología de género, y ni siquiera de biología (al menos uno real). La dolorosa verdad es que todos tenemos el derecho para expresar nuestra opinión, por odiosa, desinformada o cruel que sea. Lo que muchas personas olvidan es que expresar esa opinión conlleva la responsabilidad de aceptar las consecuencias, incluyendo otras opiniones potencialmente más odiosas, desinformadas y crueles. Por eso creo que la agresividad de J. K. Rowling merece ese rechazo vocal y virtual. Acaso demasiados autores ignoran el potencial y protección que encierra el silencio.

Como a muchas personas que crecieron con esta serie, me duele que una persona que yo admiré y apoyé desde niña use su plataforma para lastimar a otros; una plataforma que, irónicamente, construyó con relatos de tolerancia, amistad y lealtad. Hay quienes eligen seguir disfrutando las aventuras de Harry en sus libros viejos e ignorar a Rowling como persona; también hay quienes se sentirán más cómodos quemándolos en vivo: ambas son decisiones válidas.

No podemos destruir su plataforma retroactivamente, pero podemos plantearnos cómo crecer desde nuestro interior y fortalecer nuestro criterio y compasión. Y quizá, antes que lanzar un insulto y prender la guerra entre fanáticos y exfanáticos, creo que haríamos un mayor bien si educamos y orientamos a otros a ser menos cobardes y ruines. Creo que es lo que Dumbledore querría: que no escuches a Joanne.

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