La necedad de entretenerse


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal.jpgHace poco me senté en una sala de espera y me sorprendió caer en cuenta de cuánto tiempo había pasado sin que yo ojeara un periódico impreso. Cuando era niña, el periódico me parecía una reliquia mística de la vida adulta (como el café, el lápiz labial o la cerveza) y tenía cierta inquietud por entender su función y necesidad. Aprendí a leer muy rápidamente, pero a los cinco años uno no puede procesar conceptos como «corrupción», «fideicomiso» o «inflación», así que me conformaba con repasar los anuncios de supermercado y la sección de tiras cómicas.

Pues bien, mientras revisaba este reciente ejemplar de la Prensa Libre llegué a dos interesantes conclusiones sobre el periódico en sí. Primero, me parece extraño que nadie me haya señalado antes lo macabro que es repasar tragedias mientras uno se toma el desayuno; y segundo, el periódico es un instrumento de hábito que cada vez tiene menos sentido y nada lo refleja mejor que su sección de humor, disponible exclusivamente en Prensa Libre.

Hasta la fecha el diario importa sus tiras cómicas desde Estados Unidos con traducciones que muchas veces anulan los chistes y con frecuencia recorta la variedad para permitir más espacio a los anunciantes. A pesar de su nombre, lo único que no provocan estos espacios ilustrados es risa. Solo hoy he recibido al menos una docena de memes sobre la Copa Mundial, pero no recuerdo la última vez que alguien me mencionó un chiste buenísimo de Pepita, Olafo, Marvin, Justo y Franco, Jeremías o Los Melaza. Incluso ahora que los leí encontré premisas sosas, plagadas de clichés y completamente desconectadas del mundo como lo conocemos. Los cómics de la Prensa Libre son una especie de cápsula del tiempo, remanente de una época con menos pesimismo y más inocencia ignorancia, pero que extrañamente persiste.

Conservamos ciertos hábitos porque nos dan un sentido de seguridad y pertenencia y los medios son una herramienta maravillosa para acompañar esta construcción de la identidad. Crecí con el hábito de hojear la Prensa Libre y leer cada vez más secciones, desde notas rojas hasta columnas de opinión, porque pretendía entender a mi país. (Irónicamente, Guatemala es un pueblo sin lógica, memoria o fundamentos.) Y no sé si me siento tan derrotista porque finalmente soy una “joven adulta” o porque me dedico a escribir comedia, pero creo que el entretenimiento en este país es una costumbre trágicamente desaprovechada.

En el antiguo texto romano ―comúnmente atribuido a Longino― Sobre lo sublime, se habla de la capacidad creativa que puede construir nuevas ideas para educar y entretener. Quizá Guatemala está tan sumida en la mediocridad que no existe el ansia por conocer algo que nos conmueva. Nos reímos de los chistes genéricos que envían los gringos. En el cine, vamos a ver secuelas y precuelas gringas. Jamás vamos al teatro a menos que sea una adaptación de un libro o película popular, o a menos que se presente a Los Huitecos contando los chistes que todos nuestros tíos repiten cuando se exceden de tragos.

Por eso es tan frustrante pararse en el escenario y ver los asientos vacíos en una función. Duele pensar que a este país solo le entretienen la violencia y la mediocridad al punto de seguir invirtiendo recursos para imprimirlas todos los días. Cada vez conozco a más artistas defraudados y medios que fracasan con la quijotesca idea de revolucionar nuestro entretenimiento y construir perspectivas. Dicen que la comedia es tragedia más tiempo, pero no sé si aún esté viva o consciente cuando Guatemala tenga el remate de su propio chiste. Algo me dice que nadie se va a reír.

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1 Respuesta a "La necedad de entretenerse"

  1. Marvin Ventura dice:

    Excelente articulo, lamentable que los guatemaltecos nos dejemos influenciar por chistes importados, series de tv y peliculas gringas; talves una forma de escape de la realidad de nuestro pais pero además de apoyar el talento nacional seria mejor que en vez de decir que le faltó mencionar el chiste Vida diaria que salia en ese matutino que dijeramos que recordamos una muy buena obra de teatro de actores chapines.

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