Cerca del parque Jocotenango en la Zona 2 de la capital guatemalteca, sobre la 3ª calle y casi llegando a la 7ª avenida, hay una puertecilla que conecta con un mundo paralelo en los límites del Centro Histórico.
Dar con él es como seguir a un conejo blanco, solo que el reloj lo llevamos nosotros con nuestras prisas, singularidades y hostilidades que nos brinda una urbanidad repleta de desconfianza, frialdad y violencia. A pesar de toda esa carga —histórica y muchas veces alimentada por el amarillismo periodístico—, agradezco que la Ciudad de Guatemala sea el nicho de un nuevo centro cultural: la Casa de las Italianas.
Cuentan las voces del barrio que en esta casa vivían unas hermanas que eran italianas que tenían una tiendita y una panadería, y que sus vecinos aún las recuerdan. Para adentrarnos en esta historia y sus motivaciones, conversamos con Ingui Zeceña Chenal, arquéologa de profesión y quien actualmente, dentro de las muchas tareas a las que se dedica, gestiona la Casa de las Italianas como centro cultural.
Las puertas de esta Casa están abiertas desde el 15 de marzo de 2024, en plena Semana Santa, pero el trabajo para la apertura ha llevado mucho más tiempo: aproximadamente cuatro años en los que se cambiaron techos, se restituyeron —no restauraron— materiales necesarios para que funcionaran, por ejemplo, el agua y la electricidad, ya que la casa estuvo en abandono durante muchos años.
Dentro de la casa también encontramos inquilinos, uno de ellos es Sana Conexión: «Es un café que promueve la alimentación saludable libre de ultraprocesados; corresponsable a más no poder porque el plástico está a la orden del día, y es vegetariano-vegano. Este proyecto lleva cuatro años de existir y ahora tiene cafetería desde el 25 de marzo del año pasado. Sana decidió que ya era el momento de tener un espacio y le echó un poquito de presión a la Casa, y se apoyan mutuamente, pero es un inquilino más, un servicio que tiene la casa para los visitantes», nos explica Ingui.
«La casa tiene un motor principal que fue la razón de la que nace: una biblioteca, la cual es un homenaje a Zoila Rodríguez Girón, una de las primeras arqueólogas guatemaltecas. De hecho, Zoilita es la primera egresada de la Universidad de San Carlos de Guatemala y quien también trabajó en un montón de proyectos».
Zoila Rodríguez Girón nació en Zacualpa, en el departamento de Quiché. Sobre ella, Jorge E. Cáceres Trujillo escribe:
«(…) debemos decir que fue una mujer que iba más allá de los límites, si consideramos lo que representaba acceder a la educación superior y estudiar Arqueología en Guatemala en la década de 1970 y después de ello, que representaba hacer una arqueología desconocida a finales de los 80, tal es el caso de la Arqueología Colonial. Es decir, son paradigmas donde se asumió el reto y avanzó sustancialmente».
Según Cáceres, después del terremoto de 1976, Rodríguez Girón laboró con instituciones internacionales colaborando con la logística para la emergencia nacional. Además, participó en las incursiones arqueológicas de Tierras Altas con Alain Ichon; y en Tierras Bajas en el Lago de Izabal y el Proyecto Nacional Tikal, con Juan Pedro Laporte.
«Otra parte de su vida profesional fue la coordinación y docencia en el Área de Arqueología de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, particularmente con los cursos de Textos Indígenas y Mesoamérica. Con esa experiencia y reconocimiento fundaría instituciones pertinentes para el patrimonio cultural guatemalteco; tal es el caso de ADESCA (Aporte para la Descentralización Cultural), siendo, además, miembro de muchas instituciones afines como la Academia de Geografía e Historia, el Consejo Nacional para la Protección de la Antigua Guatemala y la organización del Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala», menciona.
Cáceres afirma que parte de los trabajos de Rodríguez Girón en la arqueología colonial de la Antigua Guatemala incluyeron el Palacio de los Capitanes, el Convento de Santo Domingo, el Beaterio de Indias, el Jaulón, el Acueducto de Gascón y la Iglesia de Santa Inés del Monte Pulciano. «Estos trabajos han sido trascendentales para el entendimiento de la historia colonial a partir de evidencias materiales», refiere; y asegura que su capacidad de gestión propiciaría la confianza para obtener la inversión en muchos proyectos de investigación arqueológica colonial.
Ingui lidera el proyecto de la Casa de las Italianas con su socia, Marlen Garnica, ambas arqueólogas; y su motivación es la biblioteca que ya cuenta con unos dos mil libros recibidos en donación, la mayor parte sobre ciencias sociales.
«La mayoría de los donadores están vivos y las familias de unos tres de ellos son las que han donado los libros. Todos trabajaron con Zoila. La idea es generar una pequeña bio de cada uno de los que han donado, no en la vía tradicional de “qué hacía y sus grandes logros”, sino incluso qué no le gustaba comer o por qué era importante que la mesa se sirviera a tal hora, como una cosa más dinámica, más humana; y contar quiénes son parte de la donación de libros».
El plan de este año incluye organizar la biblioteca. Construir desde la colectividad, puesto que también les han donado las estanterías. Por ahora será de consulta interna a menos que tengan excedentes, los cuales también se podrán colocar en una mesa destinada a aquellos que son para regalar. Además planean trabajar con adultos mayores, como un programa de terapia ocupacional o biblioterapia. No importa si las personas no saben leer ya que se intentará alfabetizarlas a partir de acciones que no sean impositivas.
«La Casa tiene tres espacios más que sirven para clases de yoga, talleres… Se alquila para terapias psicológicas, pintura, escultura, música —la renta es por hora—. Realmente lo que se busca es generar una comunidad y un espacio de bienestar. Si alguien sólo quiere entrar y venir a leer, es una posibilidad; si alguien quiere entrar y tomar agua, también; y salir del mood de estar encerrado en su propio espacio, que eso para los que sobrepensamos es todo un trabajo».
La casa tiene un pequeño jardín que aísla del sentimiento de estar encerrado entre cuatro paredes para situarse en una dinámica nueva: es un pequeño oasis, entre la multitud comercial y el ruido.
El proyecto también promueve la línea eco: «Acá en la casa se recicla, se composta. La gente puede venir en bici, tenemos un espacio no tan grande para que las bicis no se queden en la calle. La casa casi siempre tiene la dinámica de estar bajo llave, hay un timbre —decorado con un aguacate— porque finalmente hay un tema de seguridad, que es la parte paralela del Centro que sí existe y es real. El barrio a partir de las 7:00 o 7:30 p.m. no tiene nada de bulla y es muy rico, pero son esos sonidos-silencios-cositos-raros de la ciudad que dan miedo».
El horario de atención de la Casa de las Italianas es de martes a viernes de 9:00 a 18:00 horas; y de 9:00 a 15:00 horas los fines de semana. La agenda tiene espacios ya fijos como las clases de yoga, pero hay quienes buscan la casa para programar actividades, lo cual por ahora se resuelve de persona a persona. «La comunicación salva vidas y aquí logramos mediar espacios con la comunicación», afirma Ingui.
[Las fotos de este artículo son propiedad de la autora].
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