Vivimos un momento de constantes cambios, un periodo de profundos procesos de transformación social, cultural y política. Asimismo, hoy en día el mundo es la plataforma sobre la cual, desde inicios del siglo XX, se han propiciado los avances científicos y adelantos tecnológicos más significativos en la historia de la humanidad.
En la actualidad, el hombre asiste al surgimiento de constantes implementaciones técnicas ligadas a todos los ámbitos de la cotidianidad. El avance de la tecnología es imparable y este es un fenómeno que ha configurado notablemente el ser espiritual de la humanidad. La aparición y consolidación de Internet, la Televisión Digital, la telefonía móvil y la proliferación de pantallas que combinan cámaras fotográficas, videojuegos, filmadoras, agendas y otra diversidad de aplicaciones eran hechos impensables hasta hace unos pocos años, y ahora son avances significativos reales cuya funcionalidad e importancia son de carácter irrefutable pero que al mismo tiempo conllevan grandes desventajas.
La ciencia ha sido elevada a un nivel supremo ocupando el lugar del mismo Dios, reduciendo el concepto de la moral a categorías puramente materiales, desvalorizando así el ser espiritual del hombre, quien cada vez más está siendo sustituido por el predominio de las máquinas. Este es un fenómeno que le ha dado paso a lo que podríamos llamar la “mecanización del arte” como consecuencia directa de la deshumanización del hombre, al convertirse en un autómata de la ciencia y la tecnología. Prueba de ello son las diferentes tendencias de expresión contemporáneas que son coronadas con el nombre de “arte” pero que carecen de sentido y que padecen una extrema resequedad espiritual.
Los valores morales han sido relegados a un último plano, por encima de ellos la preponderancia de la tecnología que ha traído como consecuencia la sustitución del bien espiritual del hombre por lo material (desaforado capitalismo electrónico), en detrimento de él mismo y de la sociedad que conforma.
Si lo anteriormente dicho no es suficiente, considero que la mayor prueba de nuestra decadencia como civilización es la deformación que ha sufrido el lenguaje en sus diferentes aspectos a causa de la consolidación de nuevos procesos de comunicación (redes sociales, entre otros.) que han traído los constantes avances tecnológicos. El lenguaje, en sentido tradicional de código general de las relaciones efectivas, se ve inmerso en una batalla campal ante el apremio acuciante de códigos más exactos como las matemáticas y la notación simbólica. Hoy en día, estamos saliendo de una era histórica de primacía verbal del periodo clásico de la expresión culta, para entrar, lamentablemente, a una era que por algunos es llamada la del “lenguaje caduco”, desprovista en su mayor parte de los elementos que le dan vida y sentido a la palabra.
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Una observación acerca de tu uso de palabras: no creo que «espiritualidad» sea sinónimo de «religiosidad». La espiritualidad involucra tu visión del mundo y moral, pero no implica la creencia en una deidad. La religiosidad ya incluye doctrinas y la creencia en un dios creador.
me encanta tu forma libre de expresar lo que piensas y lo que sientes adelante siempre. otzil
Disculpen de que an-o es esta publicacion?