Tenemos el sur y el norte, el este y el oeste. Tenemos cuatro opciones inclaudicables, inamovibles: cualquier camino que nos llevará a Roma. Tenemos un vasto horizonte por conocer. Casi cualquier lugar ya ha sido descubierto, sin embargo, para nosotros resultan una novedad algunas experiencias como ver de cerca a un pingüino o a un león marino. La novedad de lo desconocido, el nuevo cielo del mismo cielo que nos rodea. Tal vez se acabaron los viejos tiempos de los viajeros míticos como los de Herodoto, Marco Polo, Jacques Cousteau, Tintín. El mundo ciertamente no es infinito, pero para nosotros, para nuestros ojos, nuestras fuerzas, nuestras piernas y nuestro tiempo insuficiente, creo que verdaderamente sí lo es. La bóveda celeste que se encuentra a nuestro alrededor se ensancha continuamente, nos guiña el ojo todos los días y a toda hora… Unos podemos dar el primer paso, iniciar el trayecto hoy, mañana, pasado, el otro año, en cinco, diez o veinte. El mundo completito nos espera, nos detiene, nos observa detenidamente listo para succionarnos. Aquí, ahora, en cualquier lugar.
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