El juego es peligroso. Cuando se gana se gana, estás en la gloria, fuiste bien y sos un campeón, pero luego viene el problema porque perdés y ahí es cuando caés y la profundidad es muy honda y dolorosa. Continúo con esto de que la vida es un juego de puro equilibrio como dice el corto Juegos de equilibrio, valga la reincidencia en las palabras de Gustavo Maldonado. El camino siempre es empinado, nunca es recto, vamos cuesta arriba y nunca faltan las caídas que de repente ocurren. Jesús tuvo tres y luego vino la crucifixión, después la tortura, esa es como la finalidad, la metáfora que nos legó el cristianismo, sin paroxismos religiosos claro, porque reconozco que es uno de los mayores errores, si no es que el mayor que ha tenido la humanidad en toda su historia, además de existir ella misma pero ahí sí que nada puede hacerse… La metáfora es el viacrucis: existir, predicar si bien nos va porque tenemos una idea, una misión tal vez, algo por hacer, y luego de existir andamos y comenzamos a cargar nuestra cruz. De repente sale un latigazo que no nos esperamos, un empujón por aquí y otro por allá, una corona —la gloria ya se asoma cuando le da la gana— llena de espinas que nos es impuesta y finalmente la crucifixión, el dolor, el sacrificio que le ofrecemos a la vida, digamos. El camino es empinado, cierto, hay baches por todos lados, las cosas muy pocas veces nos salen como queremos, como se nos ocurre, como lo pensamos y las peleas no se hacen esperar, surgen, amanecen, anochecen y reviven.
“Vamos caminando” dice la canción de Calle 13. Es eso o el suicidio, apología de El mito de Sísifo de Camus porque los griegos nunca fallan y Camus siempre estará presente.
El mundo se puede empezar a caer a pedazos, cosa que ya está en realidad desde hace unos cuatro mil años quizás, y nosotros seguimos caminando porque somos empecinados, necios para vivir, por alguna razón se nos quedó el instinto de la sobrevivencia total, se nos quedó ese gusanito de salir, continuar respirando aunque tengamos que salir a la superficie después de miles de kilómetros solamente por eso, por respirar, por sobrevivir.
Alegre el mundo porque nos encontramos en un martirio, el valle de lágrimas del Medioevo, y a veces queremos obviarlo, ignorarlo y reírnos aunque los huevos nos los estén arrancando a pequeños pellizcos. Nos reímos y seguimos la faena, el solitario andar buscando un oasis, buscando una ladera, buscando esa vida que nos ilumine con un rayito de sol para calentarnos el cuerpecito, el corazoncito. “Por qué” es la pregunta, “a cosa de qué cosas que se queden en la vida” es la cuestión. Esto es lo inescrutable, lo inimaginable, la duda total, eterna.
Poema del silencio
Te veo y te veo y miro tus ojos
y miro tus manos y miro tu nariz
que respira sin decir ni pío
y miro tu cuerpo explayado y
tu panza pegada al suelo y
miro tu cola que se mueve
acompasadamente como un
desliz y miro y te veo y siento
tu miedo y siento tu soledad
y siento que veo tu silencio que
mira el espacio vacío que nos ro-
dea y siento que veo el amor
que te han arrebatado porque
este mundo es cruel y no perdona
y me digo y me palpo el corazón
y lloro junto a vos que proferís
un aullido estremecedor que
estremece el mundo y estremece
los cuerpos sin corazones que
ignoran el dolor e ignoran tu
imploración por la vida y
un bigote tuyo me manda un
beso en medio del silencio y el mal.
†