Una de las cosas más indignantes que están ocurriendo en estos momentos es el genocidio de palestinos por parte de Israel. En los trece meses de guerra «entre Israel y Hamás» (aunque en realidad se trata de Israel contra Palestina) han muerto más de 44,000 palestinos —más de la mitad mujeres y niños—, y 104,268 personas han resultado heridas. Estos datos son los que arrojan las organizaciones humanitarias, pero los números reales son mayores porque muchas personas yacen bajo los escombros o en áreas que los médicos no pueden atender.
Como persona educada en la religión católica, desde niña me inculcaron que entre judíos y cristianos (cristianos en el sentido general, no protestante) había una misma línea cultural. Pero no es así. Los textos que conocemos de los judíos muestran a un pueblo perseguido desde mucho antes de nuestra era; un pueblo en diáspora al que su Dios tiene que socorrer una y otra vez. Y como es un pueblo perseguido —cautivo en Egipto, en Babilonia, y luego expulsado por Roma de la patria que había encontrado—, ese Dios tiene que darle un apoyo material para que siga existiendo. Y el pacto es que mientras los judíos (gentilicio de Judea) sigan siendo fieles a ese Dios, llámese Hashem o Elokim, él los ayudará.
Dice la Torat Hebraica Emet en Isaías 54:
«Canta, estéril Jerusalén, prorrumpe en cánticos. ¡Amplía tu tienda… pues te expandirás hacia la derecha y a la izquierda! Tus descendientes heredarán naciones y poblarán nuevamente las ciudades desoladas. No tengas miedo, no serás avergonzada. Te olvidarás del ultraje de tu juventud y no tendrás más memoria de la humillación de tu viudez, o sea, el haber sido despojada de tu libertad. Pues tu Amo es tu Hacedor, Hashem de los Ejércitos es su nombre. Tu libertador es el Santo de Israel —Él es llamado Elokim de toda la Tierra. Por un momento te abandoné, pero con Amor Eterno te mostraré mi misericordia, dice tu Libertador—Hashem. Las montañas pueden ser movidas y las colinas pueden tambalearse, pero mi compasión no se apartará de ti».
«Ningún arma forjada contra ti tendrá éxito y a toda lengua que en juicio se levante contra ti, condenarás. Esta es la herencia de los servidores de Hashem y su recompensa proviene de Mí, dice Hashem».
Qué diferente es el mensaje que transmite Hashem el Dios de Israel a su pueblo, si lo comparamos con el mensaje de Jesús; no a su pueblo, no a su etnia, sino a todos los que creen en él.
Jesús dice a sus seguidores: «Mi Reino no es de este Mundo». En cambio, el Reino o lugar que Hashem ofrece a los judíos es un reino terrenal, un reino de este mundo. No lo podemos justificar con los pogroms o matanzas de judíos a lo largo de la historia, pues los pogroms fueron posteriores a los textos sagrados judíos. Tampoco lo podemos justificar con el Holocausto dado que este sucedió en el siglo XX.
Pero dicho mensaje de Hashem nos ayuda a entender que Israel se sienta justificado y hasta apoyado por su Dios en la matanza de palestinos. Como si no hubiera mucha diferencia entre reclamar la Gaza actual y rebelarse contra Roma por haber hecho de Judea una provincia romana en el año 63 antes de nuestra era.
Es como una cadena que se repite de milenio en milenio, de siglo en siglo, apoyada por las palabras de un Dios.
Pero yo me pregunto: ¿tiene algo que ver ese Dios terrenal y militar de los judíos con los pogroms, con la discriminación que han sufrido y con el Holocausto? No lo sabemos, pero sí podría estar relacionado con el genocidio actual de palestinos en Gaza.
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