París era una fiesta hasta que, una noche de 1954, Mary Lou Williams detuvo el concierto que ofrecía en el club Le Boeuf sur le Toit: se levantó del piano y dejó el escenario para asombro de su público. Llevaba meses luchando con una depresión y necesitaba parar y cuidar de sí misma: el jazz la estaba matando. Más de 40 años de carrera y una vida tormentosa habían provocado en ella un vacío que no sabía cómo suplir: sentía la necesidad de acercarse a Dios, dejar todo atrás y encontrar la paz que ya no le daba su arte.
Los caminos de la creación artística son insondables (como los del Señor). Esos años de búsqueda espiritual la llevaron a apartarse de lo material para encontrar nuevos senderos de devoción, así que se convirtió al catolicismo. Necesitaba pasar «del playing al praying», dijo años después en una entrevista de 1980. «Todos pensaron que me había vuelto loca». Aquello la llevó a crear la Bel Canto Foundation para ayudar a muchos de sus colegas de profesión a rehabilitarse del alcohol y las drogas. Y también la llevó de vuelta al jazz.
En 1962, Martín de Porres —peruano, dominico, hijo de la esclava liberta panameña Ana Velázquez, negro— fue canonizado por la Iglesia Católica. Fue en él, y en su legado personal y espiritual, en que se inspiró Mary Lou Williams para componer lo que en 1964 sería Black Christ of the Andes, un disco que mezcla jazz y góspel, consiguiendo fusionar ambos géneros y dando lugar al «jazz sacro». Es un disco que suele pasar desapercibido, pero que conserva intacta la fuerza reivindicativa del ámbito espiritual y social, reconectándonos con las grandes luchas por los derechos civiles de aquel momento y que ahora vemos cuestionadas.
Les recomiendo —para días como estos en los que el «Mal» parece andar más suelto que nunca— el tema The Devil, compuesto en 1962 después de Black Christ of the Andes/St. Martin de Porres. Ambos son de una capacidad vocal y musical armoniosamente sobrecogedoras. Cantado a capela, The Devil te conecta con un mensaje casi de ultratumba, con unos graves que son el fondo en el que la forma desafiante de la letra te advierte que el famoso «Mal» no está lejos ni en una sola persona: «El Diablo se parece mucho a ti y a mí», es el desafío del último verso de la canción, como una suerte de espejo que nos arrastra a tomar una decisión sobre nuestro lugar en el mundo.
Duke Ellington dijo: «Mary Lou Williams es perpetuamente contemporánea. Su escritura e interpretación, a lo largo de su carrera, están y siempre han estado un poco por delante… su música conserva y mantiene una calidad estándar que es atemporal».
El camino de regreso al arte es muchas veces doloroso y trasformador. Un poco de cuidado de uno mismo y de los demás puede cambiar la manera de ver nuestro oficio, y nuestro «París» podría volver a ser una fiesta.
[Foto de portada: William P. Gottlieb / Biblioteca del Congreso de Estados Unidos].
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