Desde hace tiempo Joe Biden estaba condenado a perder mucho más que las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pero afortunadamente para él rompió con la tradición de postularse como presidente de turno para un segundo mandato. Quizá este hombre de 81 años podía aguantar una derrota contra Trump —no sería la primera vez un demócrata pierda contra un republicano y tampoco sería el primero en perder contra Trump—, pero lo que no podía eran darse el lujo de perder en la convención demócrata, en su propia casa, cavando su propia tumba.
Si Joe Biden renunció es porque sabía que sólo era cuestión de tiempo quedar fuera de la competición, ya fuera por voluntad propia o por la presión de sus compañeros de partido. El rechazo en la convención demócrata hubiera significado una humillación grande para un político demasiado obstinado y orgulloso.
Los vientos de la política siguen a favor de Donald Trump, quien, a pesar de las controversias legales, mantiene una base de apoyo sólida y ferviente. El candidato republicano ha demostrado una capacidad notable para movilizar a sus seguidores y mantener su relevancia en el panorama político estadounidense e internacional. Para nadie es un secreto que el atentado que recibió hace un par de semanas, y en el que se salvó de morir por unos cuántos centímetros, no hizo más que reforzar su imagen de invencible.
Por otro lado, los demócratas enfrentaron un desafío considerable al elegir a un candidato que pueda unificar al partido y atraer a votantes independientes. Aunque la renuncia de Joe Biden y la candidatura de Kamala Harris abrió la puerta a nuevos liderazgos y perspectivas, el camino sigue estando cuesta arriba para los demócratas.
Aun con la postulación de Harris por los demócratas, la balanza sigue inclinada hacia el lado republicano; pero lo cierto es que Biden era un cadáver político y de haber seguido en la contienda se hubiera producido el mayor desastre político de los últimos años en Estados Unidos (sí: un desastre incluso más grande que Trump).
Aún quedan semanas para las votaciones. ¿Podrá Kamala Harris vencer a Donald Trump, o nos encontramos ante el triunfo presidencial más previsible y cantado de la historia de Estados Unidos?
[Foto de portada: propiedad de Adam Schultz]
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