80 años de Bob Dylan: el ente vivo llamado canción


José Adiak Montoya_ Casi literalNobody sings Dylan like Dylan, reza la leyenda. Y es totalmente cierto. Si bien de sus letras existen miles de ensayos académicos y literarios, su música, su voz es el otro elemento, casi siempre en la sombra de la lírica, que lo complementa como uno de los personajes más completos y complejos, ya no de la segunda mitad del siglo XX, si no de la era moderna.

Los Beatles y Bob Dylan son los dos catálogos musicales más versionados a nivel mundial. Pero los mejores covers de Bob Dylan son sin duda los de Bob Dylan. Porque Dylan es tantos que al verse al espejo estoy seguro de que el reflejo que le devuelve es otro. Y este 24 de mayo de 2021 ese reflejo es el de un hombre de 80 años.

Dylan ha escrito más de 600 canciones y solamente en su Never ending tour, su gira ininterrumpida desde 1988 hasta la pausa de la pandemia del COVID-19 en 2020, ha ofrecido más de 3 mil conciertos alrededor del mundo. Y acá viene la particularidad: Bob Dylan nunca toca una canción de la misma forma. He estado en cuatro conciertos del bardo de Minnesota y he notado como quienes vienen buscando escuchar las canciones que conocen del disco salen decepcionados porque no han reconocido ni una sola pieza en el concierto, así haya interpretado sus grandes éxitos, pero esos son espectadores ocasionales. Quienes sabemos que para Dylan la canción es un ente vivo que cambia con los tiempos y que la versión de estudio solo representa una toma más de lo que una canción puede llegar a ser sabemos que, dependiendo de su humor, sus búsquedas musicales de ese año, sus temporales instrumentos fetiches y sus ganas de retrase a sí mismo, las canciones siempre sonaran diferente. Es más, si tiene dos presentaciones en un solo día es muy probable que una misma canción que tocó en la tarde ya suene diferente en la noche. En el primer concierto habrá sido un blues y en el segundo un vals. Si nos ponemos a multiplicar al menos la cuarta parte de esas 600 canciones por 3 mil presentaciones en vivo, tendremos un número astronómicos de distintas versiones hechas por el mismo artista.

Dylan no es un mercader de la nostalgia como lo son los Rolling Stones o Paul McCartney, quienes por más extraordinarios que sean se aferran a una juventud que hace mucho no les alcanza en el rostro. Dylan ha envejecido y ha hecho que sus canciones envejezcan con él, siempre moldeándolas a su voz, a sus capacidades. Sus conciertos, en contrapunto con la pirotecnia de los antes mencionados, son sobrios. Un escenario pequeño y pocas luces, los celulares prohibidos y las mentes abiertas a recibir el caudal que ese día Dylan esté dispuesto a entregar. Por esas características un solo concierto de Dylan es como una huella digital, es único e irrepetible como la forma en que su voz moldea las palabras y estira cada sílaba para darles una identificación melódica particular.

Bob Dylan siempre ha sido un camaleón en su forma de ser, en el misterio que lo rodea, en sus distintas formas de romper los esquemas. Cuando pasó del mesías folk de los derechos civiles a ser un rockero crudo, cuando se convirtió al cristianismo e hizo discos de música religiosa, cuando regresó a las raíces countries, cuando se metió en la piel de un crooner y sacó tres discos de covers de Frank Sinatra y… sí: hasta cuando hizo su disco de villancicos navideños. Y cada vez que él cambia sus canciones cambian con él. Es una fuente inagotable.

Esta semana ha sido fotografiado caminando solitario y sin mascarilla por una calle de Santa Mónica (esperemos que ya esté vacunado). Es la primera vez en una década que Dylan es fotografiado en la calle. Su vida privada es un misterio. Para un hombre ante el cual se han inclinado presidentes y reyes de todo el mundo, que tiene bajo el brazo el Pulitzer, el Oscar, el Príncipe de Asturias, el Polar Prize, decenas de Grammys y hasta el Premio Nobel, resulta intrigante no verlo ganar el Miss Universo. Hoy arriba a los 80 años y alrededor del mundo hay un sinnúmero de celebraciones en lo que ya se ha llamado “el año de Dylan”.

Este lunes, para celebrarle, tendré una videollamada con amigos queridos que, al igual que yo, hemos seguido al músico durante años. Porque la navidad es un momento para compartir y para nosotros la navidad se celebra cada 24 de mayo. Ojalá pronto el viejo Bob pueda volver a los escenarios y seguir moldeando esa masa informe que para él son sus canciones y que ha labrado durante seis décadas sin que sepamos, para misterio gozoso de nosotros, qué divinidad se las susurra directamente al oído.

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