Crucifijos en Japón


Rodrigo Vidaurre_ Casi literalEn teoría el argumento contra la apropiación cultural es bueno, pues ¿a quién no le ha parecido de mal gusto ver a esoteristas gringos vendiendo atrapasueños? En la práctica, el argumento es un desastre. ¿Quién puede practicar vudú? Nos dicen que es parte de la cultura negra, por lo cual solo los negros pueden hacerlo. ¿Pero no es ignorante e incluso un poco racista pensar que un afroamericano moderno descendiente lejano de bantús y mandingas tiene «derecho» sobre una práctica originada por los ewé y los fon?

Llevado a su conclusión lógica, el argumento tendría que prohibir el reggaetón y la santería, la pizza estilo New York y la circuncisión. Para evitar caer en absurdos, se invoca ley de víctima: solo es apropiación cuando un grupo dominante lo aplica sobre un grupo dominado. Cancelemos entonces a Constantino por haber convertido a Roma en una pequeña religión semita llamada cristianismo. Problematicemos toda la etnogénesis de los ‘rus, ya que, según la Crónica de Néstor, este pueblo nace cuando eslavos y fineses invitan a varegos a gobernarlos y unir sus culturas. Bien, pero ¿qué hacemos con los manchús, minoría gobernante que asimiló la cultura de los han y cambió China para siempre?

Leer sobre historia no es la única cura para tratar las culturas como marcas registradas. Una de las cosas que más me gusta del anime es que estos mandatos modernos parecen no haber llegado a Japón. Los animes sobre samuráis y ninjas (¿sabía el lector que los yamato «apropiaron» la sabiduría han de Sun Tzu?) comparten el canon con vaqueros (Cowboy Bebop), piratas (One Piece), vampiros (Hellsing) y basquetbolistas (Kuroko no Basket).

Afortunadamente la apropiación nipona no termina ahí, pues los japoneses parecen tener una fijación creativa muy fructífera con Occidente. Fullmetal Alchemist presenta a personajes con nombres como Hohenheim Elric explorando la alquimia y el misticismo occidental. Code Geass reimagina al imperio británico en un presente alterno donde perdieron Trafalgar. Vinland Saga se inspira en las sagas de Eric el Rojo para contar intrigas vikingas. Neon Genesis Evangelion combina licenciosamente elementos abrahámicos y freudianos para narrar una de las historias más memorables de la televisión. ¿Y qué decir de Arupusu no Shōjo Heidi y sus aventuras alpinas?

Sería iluso decir que estos autores dan un trato «fiel y reverente» a estos artefactos culturales ajenos o que incluyen a occidentales en su proceso creativo. El director asistente de Evangelion, Kazuya Tsurumaki, incluso admite que no hay mayor significado detrás de las cruces y versos bíblicos más allá de su interés estético. Sea o no cierto, esta libertad creativa es precisamente lo que las vuelve obras interesantes. Ver mi religión o mi arquitectura a través de los ojos de otra cultura, lejos de parecerme ofensivo, me parece fascinante.

Si bien la cultura europea no está oprimida, pensar que eso la hace universalmente apropiable nos debe poner a pensar: ¿por qué privar al resto del mundo de tan magnífico juego de espejos? En su versión mainstream, el argumento contra la apropiación cultural es un argumento contra la cultura en sí.

Ver todas las publicaciones de Rodrigo Vidaurre en (Casi) literal

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

4.2 / 5. 6


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior