¿Han intentado leer un libro sin tomar en cuenta el nombre del autor? Tendríamos que regresar a la Edad Media, donde era común que las obras fueran anónimas. Solo entonces podríamos complacer a Roland Barthes, un crítico literario francés que aparece con su ensayo La mort de l’auteur (1967). Parafraseando a Barthes, deberíamos leer una obra separando el nombre del autor de la misma. Es decir, el lector debe olvidar que hay un autor que tiene una vida, una historia y una psicología (un ego). Lo que le debe importar al lector son las funciones del lenguaje dentro de la historia. El lector empieza a leer un libro X y aparece un personaje Y. De ese personaje debemos analizar por qué apareció, qué función va a cumplir dentro de la historia, qué dice, cómo lo dice, etcétera. Aquí la clave es el lenguaje.
Como ejercicio académico intenté matar a la escritora colombiana Laura Restrepo en la novela Leopardo al Sol. Evidentemente, no pude. Al empezar a leer el libro, pude evidenciar que me había encargado de violar varias de las directrices de Barthes: primero, me lo habían recomendado; segundo, sabía cuál era el origen de la escritora, y por ende, un poco del contexto de ese origen. Además, la persona que me lo recomendó dijo algo que mató mi primer acercamiento a la novela: “La novela tiene algo de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez”. Imposible poder concentrarse en las funciones del lenguaje. Ya tenía todo un precedente de la novela.
Sin embargo, la propuesta de Barthes no es imposible. Hay una cantidad de autores que difícilmente alcanzaremos a leer. Lo difícil será abstenernos de buscar información, ya sea sobre el autor o sobre la obra, pero como ejercicio literario no estaría mal matar a uno que otro autor de vez en cuando. En todo caso, también está la contrapropuesta de Michael Foucault: Et la fonction-auteur son Qu’est-ce qu’un auteur? (1969). También crítico literario francés (entre otras facetas), Para Foucault el autor cumple una función indispensable si de entender la obra se trata: aquí, la biografía del autor y el contexto de la obra son necesarios.
El problema (desde mi punto de vista), no es el autor, sino la influencia que ejercen los medios de comunicación puesto que condicionan nuestras decisiones, no solo en cuanto a qué libros leer y por qué, sino en todas las áreas del arte y de nuestra vida. Aunque, ¿de qué otra forma nos enteraríamos que nace una nueva obra o un nuevo escritor? Lo interesante de ambos trabajos es el énfasis que recae en el lector, quien finalmente es el destinatario, como bien dice Barthes.
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