Visita al museo


Jimena_ Perfil Casi literal

Hace poco, como parte de un trabajo asignado, visité junto a un grupo de 30 a 35 personas uno de los museos de Guatemala. A decir verdad, uno de los museos más «comerciales», por llamarlo de algún modo: el Museo de Miraflores que, además de ser privado, ha sido bien publicitado. Por ser parte de uno de los centros comerciales más concurridos en la ciudad capital consideré que no solo era de fácil ubicación, sino que también su concepto ya era bastante conocido. Esto, por supuesto suscribiéndome a un grupo de individuos que, en general, presenta interés por la historia y las ciencias sociales.

Al inicio me sorprendí cuando noté que la mayoría del grupo no sabía sobre qué trataba el museo a pesar de su nombre. Conforme indagué un poco y utilizando a este grupo como pequeña muestra fui dándome cuenta de cómo en este país los lugares destinados a salvaguardar el patrimonio nacional, el arte o los conocimientos adquiridos, no solamente son escasos, sino que como sociedad tenemos grandes carencias de interés sobre estos tópicos y por transición no llevamos a nuestros niños y jóvenes a visitar estos sitios.

Platicando y ampliando la pequeña muestra, pero siempre dentro de la lógica de personas que han tenido un acceso —al menos satisfactorio— a la educación, me quedé sorprendida al descubrir que no se conoce de la existencia de otros museos, como el de Antropología, Etnología e Historia; el de Arte Moderno, el de Ciencia Natural o el de Historia de Guatemala, que obedecen a un carácter público y cuya entrada tiene un costo más accesible. Esto es algo que me hizo sentir ingenua y estúpida al mismo tiempo.

Los museos, desde el de Alejandría en el siglo III a.C, han sido espacios de reunión y de convergencia para el que desea aprender de forma vivencial; áreas de carácter pedagógico y cultural. Un museo espera reunir avances, logros, descubrimientos y realidades de nuestro pasado o del arte que nos ha acompañado. Son recintos culturales que han buscado dar respuesta y tranquilidad a la búsqueda de conocimiento, así como un espacio de fiesta para el ocio generador, enmarcado en áreas comunales que han de dar respuestas a distintos intereses.

Fernando Gáldar apunta lo siguiente:

Los museos no sólo nos sirven para preservar, investigar y educar en el patrimonio histórico-cultural de la comunidad, o como elemento de  comunicación entre el hombre y el pasado, sino que ayuda a la  globalización de la cultura y de la tecnología.

Un museo habla por un país, por una ciudad y por sus pobladores. Aquí mismo, en Guatemala, se encuentra la mayor colección de piezas de orden arqueológico Maya de Centroamérica, pero este hecho solo es relevante en la medida en que lo reconozcamos y lo apreciemos. Conocemos bien las grandes deficiencias en el sistema educativo nacional, las necesidades básicas y la dificultad que tienen muchos hogares para cubrirlas; pero creo necesario hacer tiempo y esforzarnos en dar a conocer a las generaciones nuevas aspectos como la cultura, el arte, la historia y la tecnología que guarda un museo, lo que significa para un país poseerlos y por qué debemos visitarlos.

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