El poder de los medios de comunicación —y quizás el reflejo de una sociedad que demuestra su decadencia, ignorancia e individualismo— lleva a mostrar cada locura. Hace un par de semanas dio la vuelta en las redes el uso de las camas en los recién culminados Juegos Olímpicos de Tokio. Lo curioso fue el énfasis que le dio el cuarto poder a la noticia, creando una polémica respecto a qué buscaban sus organizadores al usar ese tipo de camas, una tendencia que se inclinó solamente a un lado de la balanza, teniendo el tema tantas aristas para compartir, y más bien positivas.
Es nuestra capacidad al buscar solamente las partes negativas, amarillistas o absurdas, y al ser tan ciegos aun tras año y medio de pandemia y millones de muertes.
La historia de los Juegos Olímpicos se remonta al año 776 AC en Olimpia, Grecia, y continuaron celebrándose hasta que once siglos después el emperador romano Teodisio I los suspendió por considerarlos un espectáculo pagano. La era moderna los presentó a partir de 1894, cuando Pierre de Coubertin en la Universidad de la Sorbona en París propuso universalizar el deporte bajo el lema: Citius, altius, fortius, que significa: «más rápido, más alto, más fuerte». En ese año se creó el Comité Olímpico Internacional (COI) y se determinó la organización de los juegos de Atenas en 1896, y así comenzó una tradición cada cuatro años.
A pesar de la pandemia de COVID-19 los juegos se realizaron en Tokio con las medidas más estrictas de bioseguridad, algo que era de esperarse en un país como Japón, uno de los más avanzados desde el punto de vista tecnológico y con una población altamente cualificada. Pero los grandes noticieros hicieron énfasis en las famosas camas de cartón que las denominaron «anti-sexo». Somos una sociedad que muestra realmente la banalidad y su decadencia y no porque tener sexo sea malo, sino al contrario, es parte de nuestra naturaleza. Lo dijo Mark Russell, campeón olímpico de tiro: «La Villa Olímpica es el lugar del mundo con más testosterona». Es de esperarse que sean juegos donde «de todo se juega», pero bajo las circunstancias que vive el mundo, nuestros niveles de conciencia y responsabilidad deberían ser más altos, dado que es la vida la que está aquí en juego, pero definitivamente el ser humano no aprende.
El hecho es que no le dieron el nivel de importancia al genial trabajo de elaborar mobiliario ecológico y resistente para ser usado en una zona de alto tráfico. Este trabajo es parte de una compañía japonesa de ropa de cama (Airweave), que han realizado los marcos de las camas en cartón reciclado y los colchones modulares de fibras de polietileno elástico. Todo esto con el objetivo que estableció Tokio para estos Juegos: «sostenibilidad, ofrecer un evento más sostenible y mostrar conceptos y soluciones innovadoras que tendrán un legado después de los Juegos». Pues si usted no lo sabía, después de usarlo en estos y otros juegos, las camas serán donadas a organizaciones nacionales. Esto debería de ser una bofetada para muchos países y para nosotros.
El diseño de las camas está caracterizado por su ligereza y facilidad de montaje, lograr el traslado rápido y eficiente, pero adicional a eso, los colchones se pueden personalizar para cada atleta. Sí, tecnología de punta, están compuestos de tres bloques separados; uno para apoyar la cabeza y los hombros, otro para apoyar la cintura y otro para las piernas, y se pueden pedir en cuatro niveles de firmeza diferentes, esto considerando la masa muscular de cada atleta.
No podíamos esperar menos de un país como Japón, con sus niveles de tecnología. Tuvieron en cuenta que no existe un mueble cien por ciento sostenible, pero sí crearon más opciones que las tradicionales, y que de paso contribuyeron no solo al medio ambiente, sino también a beneficiar a otros.
Probablemente muchos de ustedes piensen: dormir en una cama de cartón no, jamás, claro. El cartón lo hemos visto en las calles de nuestros países con miles de indigentes sirviendo de cama; pero si las políticas de nuestros países estuvieran orientadas a cumplir con los derechos fundamentales de sus ciudadanos, se imaginan a cuántos podrían favorecer además de disminuir el impacto ambiental que se genera con la deforestación.
Si bien es cierto que la mayoría de los productos elaborados generan un impacto ambiental, los muebles ecológicos o sostenibles permiten uno menor. La tala incontrolada de árboles conlleva un aumento de nuestra huella de carbono y una gran pérdida de la biodiversidad. Si apoyáramos proyectos que permitan bajar esas huellas y de paso contribuir a miles de personas que no tienen una vivienda digna, probablemente las de las camas en las olimpiadas no serían noticia de primera plana y mucho menos recorrido mundial en las redes sociales.
Seguramente los grandes monstruos millonarios, dueños de fábricas de productos que dañan el medio ambiente y provocan junto a su marketíng el desmedido consumo, desmentirían con sus campañas sucias para seguir alimentándose de nuestras compras y los medios lo harían viral. Pues buscar opciones de favorecer a aquellos que no tienen ni un techo digno no es negocio.
No solo hablamos de las camas de cartón, las casas de contenedores o vagones que son una verdadera opción para quienes viven en las calles o no tienen suficientes recursos. De esta forma estaríamos permitiendo que otros tengan una vida más digna y de paso contribuir a disminuir el daño al planeta. Pero como podemos ver, no solo consumimos cosas inútiles y dañinas al medioambiente, también lanzamos ideas, noticias y opiniones tan absurdas como las de las «camas anti-sexo», cuando en realidad lo que se busca es una mayor seguridad y contribuir al plan de sostenibilidad que un país como Japón ha propuesto. Pero esos datos apenas salieron a relucir entre las noticias, pues nuestra ignorancia es grande especialmente cuando la hacemos tan viral.
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