Dentro del proceso de consolidación llevado a cabo por la Corona española tras los primeros años de la empresa de conquista, fue muy importante la voluntad y medidas políticas adoptadas para determinar el devenir de la sociedad colonial. Parte de esta estrategia consistió en la reducción de la población indígena en los llamados “pueblos de indios”.
A mediados del siglo XVI, órdenes religiosas agruparon a la población originaria en los nuevos pueblos con la intención de controlar la producción indígena para mantener la subsistencia cómoda de la casta española. Francisco Marroquín lo dijo así: “Acordonar la republica de los indios y que no falten provisiones a la republica de los españoles”.
La fundación de estos pueblos ayudaba al control ejercido por los europeos y a la implementación de una estrategia de dominio que se desarrolló desde el plano ideológico, utilizando las ideas cristianas de fe y temor de Dios desde el plano político, y así mantener a la población reducida en determinadas áreas bajo observación, y a su vez, con la lejanía y cercanía conveniente a los españoles y la ciudad. De esta forma evitaban a tiempo cualquier tipo de movilización o levantamiento que podrían presentar los grupos indígenas.
Los llamados “pueblos de indios” constituyeron, inclusive mucho tiempo después de la independencia, la unidad básica de la economía y de la sociedad guatemalteca. Como característica importante está la condición de tributario que poseía los indígenas, quienes eran forzados a hacerlo.
Para la segunda mitad del siglo XVIII, en Guatemala, la mayoría de la población estaba concentrada en los pueblos de indios. La situación de explotación mediante mal trato, pagos forzados, endeudamiento y tributo de los pueblos originarios enriqueció la mala administración de la Corona española y convirtió a cientos de criollos, a lo largo del continente, en verdugos ennoblecidos herederos de conquistadores sanguinarios y encomenderos.
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