¿Está en peligro la democracia costarricense?


Anacristina Rossi_ Casi literalTras haber vivido en Europa durante catorce años aprendí que la mayoría de los países europeos lograron desarrollarse gracias a una reforma agraria verdadera que permitió que la producción de alimentos fuese exponencial. Costa Rica nunca hizo una verdadera reforma agraria. Sí, se repartió tierra a la gente más pobre del campo, pero los estudios revelan que ese pedacito de tierra no es suficiente para obtener liquidez: los dueños aún deben salir a trabajar a las piñeras, bananeras, naranjales, etc., y lo que siembran les sirve para alimentarse, lo cual les permite vivir mejor.

Después de la Guerra Civil de 1948, el partido ganador, Liberación Nacional, y su líder máximo, don José Figueres, decidieron conservar las principales reformas de los llamados «calderocomunistas»: la Caja Costarricense del Seguro Social (que les permite a todas las personas, tengan o no dinero, los mejores servicios médicos) y el Código del Trabajo, por ejemplo. Al mismo tiempo —y desafiando a Estados Unidos, que no lo quería permitir—, Liberación Nacional profundizó las reformas sociales «calderocomunistas» nacionalizando los bancos, el servicio de electricidad y del agua, y transformando Costa Rica en una verdadera democracia representativa donde cada cuatro años se elige a un presidente y a los miembros de la Asamblea Legislativa, y dos años después se eligen a los representantes de las municipalidades y a los regidores. Así surgió una clase media relativamente sólida.

Una de las ideas más visionarias de don José Figueres fue abolir el ejército. Estados Unidos tampoco lo quería permitir y obligó a Costa Rica a firmar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Eran los tiempos de la Guerra Fría y el gobierno estadounidense consideraba que, si el país giraba demasiado a la izquierda, su ejército debería invadir Costa Rica. Eso nunca ocurrió.

La democracia costarricense que conocí en mi adolescencia ha ido cambiando, sobre todo al predominar el neoliberalismo. También porque durante décadas tuvimos un régimen bipartidista que permitió corrupción y terminó cansando a la gente. A pesar de que se introdujo un nuevo partido para evitar el bipartidismo —el Partido Acción Ciudadana, que ha ganado varias elecciones—, la gente considera que no estuvo a la altura de sus promesas y fue más de los mismo.

En las elecciones de 2022 los principales candidatos eran José Figueres hijo y Rodrigo Chaves, un hombre bastante desconocido en Costa Rica dado que había trabajado mucho fuera del país con el Banco Mundial. Quienes sabíamos lo que Chaves había hecho en el Banco Mundial en Indonesia quisimos advertir al resto de los ciudadanos de que ese candidato no convenía, pero el pueblo, cansado de los otros partidos, terminó eligiéndolo.

Hoy, a tres años desde el inicio de su gobierno, ya sabemos que Rodrigo Chaves representa un peligro para nuestras instituciones: está de acuerdo con privatizar la electricidad y la salud, redujo los presupuestos de educación y cultura, y tiene varias acusaciones legales relacionadas con el financiamiento de su campaña. También ataca constantemente a la Contraloría de Costa Rica, una de nuestras instituciones más importantes.

Sin embargo, lo peor de todo es que hace pocos días organizó una marcha convocando a todos los costarricenses a pronunciarse en contra del fiscal general. Es decir, quiere enfrentar a los poderes entre sí: en este caso, al poder presidencial contra el poder judicial. Y los más preocupante es que, según las encuestas, el presidente goza de popularidad.

Aun así —y afortunadamente— el pueblo costarricense mantiene cierta cordura y a la marcha fue muy poca gente. Algunos, de hecho, fueron porque les pagaron y porque les dieron el transporte. No obstante, debemos estar alertas. Esto puede ser sólo el principio del deterioro de nuestra tan valiosa, afamada e internacionalmente elogiada democracia.

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