Existe un tipo de soberbia producto de ese fetiche llamado dinero que demuestra en varios aspectos la cosificación producto de un sistema que trasciende a las personas. Es común observar lo anteriormente mencionado en el guate-mediero promedio que busca una ascendencia económica (acto válido y necesario hasta cierto punto), pero el cual se confunde entrando a los alfaques del consumismo, de la arrogancia y de la competitividad con el de al lado, con su conocido, su primo, su amigo y hasta su hermano.
Esta es una clara conquista de la subjetividad de los individuos que se lleva a cabo a través de un proceso sistemático con el fin de propulsar el consumo desmedido de diversos objetos (que en la mayoría de los casos son necesidades creadas), de participar en una absurda competición contra el semejante y basar la existencia en la avidez de novedades sin profundizar en nada en concreto. “Según cuánto poder adquisitivo tienes, te diré cuánto te respeto”, pareciera ser el lema de esa clase en búsqueda de ascendencia económica.
No quiero que se me mal interprete, no juzgo como malo el deseo de la búsqueda de una vida estable, económicamente hablando, a través del trabajo; no, eso sería absurdo. El peligro latente que observo es la falta de discernimiento y la alienación donde muchos caen gracias a una planeada psicología que enajena y donde lograr un poder adquisitivo fuerte puede convertirse en una obsesión. Es común escuchar a muchos de estos hombres de “éxito” impulsar la repetición discursiva estereotipando como “conformistas” a todo aquel que no conciba el “progreso” o “liderazgo” como ellos lo hacen.
Personas con cambios de conducta, incluso en el lenguaje corporal, durante los días de paga. Hombres que recién han comprado un automóvil y compulsivamente ya están pensando que en dos meses compraran otro, aunque esto les implique tronarse los dedos a fin de mes. Entes que buscan validación social a través del teléfono móvil. Son solo algunos de los casos que podemos observar cotidianamente dentro de este estrato social de la clase media y que puede llevar a la frustración y resentimiento a entes que pierdan el criterio y confundan estabilidad económica con clasismo y desvalorización humana. En fin, y por suerte, cada quien puede hacer con su billetera lo que le dé en gana, esto solamente es una reflexión de alguien a quien le aburren mucho los hombres de “éxito”.
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Qué buenísimo este artículo. A mí también me suelen aburrir mucho los hombres de «éxito», que además, a veces parece que te miran sobre el hombro creyéndose mejores que el resto de los mortales, cuando muchas veces, la razón de su éxito es la labia y la política que entablan en sus relaciones. Muy buena observación de Sergio Castañeda.
Muy bueno, procedo a compartirlo, saludos al equipo de Casi Lietarl.
Sabes que es lo que pasa, le hemos quitado valor al «humano» y hemos valorizado más otras cosas como: «el estatus», «la clase», «la raza», «la casta», «el apellido», «el barrio»… todos esos colectivismos, si me doy a entender «yo pertenezco a tal colectivo» que se distingue por su raza, clase, casta…etc..etc.. o lo que se pueda «pagar» ya sea con dinero o físicamente (como las pandillas) y así llegar a pertenecer a esos colectivos que muchos a ese logro le llaman «éxito» (en ese punto tienes razón). Y con cierta lógica las personas buscan esos colectivos que les proporcionen mayor estabilidad «moral» de acuerdo a sus pensamientos o perversiones…aunque como vos lo mencionas signifique tronarse los dedos después o quedar lisiado (en el caso de una pandilla)…
Talvez surge la necesidad de ser más humanos, que cualquier colectivismo de los antes mencionados, para tomar conciencia de que existimos…al fin humanos que necesitan ser mas humanos y menos estatus, clase o raza…