Sabemos que el conformismo es la adaptación fácil a cualquier circunstancia, pero frecuentemente vemos cómo se instrumentaliza este término de forma excluyente. El problema radica en que, en un mundo como el actual, donde el carácter social está determinado por el consumo y la posición económica, se piensa que para alejarse del conformismo se debe uniformarse en el patrón capitalista de “persona de éxito”, es decir, de una especie de ejecutivo que pasa obsesionado por la obtención de objetos y el consumo de diversas novedades. Esto, evidentemente, representa un rasgo de la incapacidad de crítica a la que nos ha orillado nuestro tiempo a través de diversos métodos donde nos van imponiendo el que debe ser nuestro sentido común.
Estos tiempos orillan hacía un tipo de gula consumista que transita entre la adquisición compulsiva de carros, celulares, prendas, cervezas, libros, comida rápida, etcétera; empujando a una automatización social. Vemos cómo a través del poder adquisitivo se esparce la sensación de autonomía aún cuando se obedece. Y es que las subjetividades son invadidas constantemente de forma tan sigilosa, que hacen que las masas no se percaten de su obediencia.
El conformismo se ha arraigado en la personalidad del ente promedio que encuentra allí su comodidad y, además, una oportunidad —consciente o incosciente— para llenar dos aspectos irónicamente contradictorios aun cuando los fusiona: su necesidad gregaria por miedo a la soledad y, por otro lado, su egoísmo para poder escalar socialmente aunque eso signifique pasar por encima de quien sea si en juego está su conveniencia propia, por muy paradójico que se escuche, producto del poco cuestionamiento de lo que le impone la sociedad y de su búsqueda egoísta de ascenso, viendo en los demás mera competencia en la carrera de adquisición de objetos, obedeciendo sin mayor resistencia al molde impuesto y conformándose con él.
Claro, tampoco es que haya una receta para ser totalmente libres y autónomos. ¿Cuántos son quienes conscientes en cierto grado de las diversas manipulaciones ideológicas y sistémicas deciden alejarse de las costumbres del ente promedio, pero caen en nuevos determinismos, encasillándose en formas que obviamente no son iguales pero dan resultados muy parecidos? Así es como surgen diversas tribus alternativas que conforman rápidamente sus modas propias y su consumo muy particular, pero que al final del día responden a un anaquel de sofisticados productos que, si bien está bastante distanciado de los primeros, se encuentra en el mismo mercado. Estos creen, ingenuamente, estar provocando un cambio radical dentro de la sociedad cuando a la larga juegan dentro de los parámetros permitidos, y la verdad es que por mucho que su discurso diga lo contrario, no estarían dispuestos a una organización social de otro tipo debido a que gozan de privilegios, y hasta hay quienes lucran con su pose que surge del enojo y del rencor, más no de convicción y principios profundamente cimentados, lo que demuestra que también se desobedece obedeciendo desde otros matices. La mayoría de las prácticas de estos últimos están inmersas, también, en verticalismos, búsqueda de poder individualista y discriminaciones; aunque claro, desde otros bordes.
La caverna de Platón resulta una perfecta alegoría de la sociedad actual, y la idea de libertad del ser humano una utopía cada vez más distante; pero eso no quiere decir que tendremos que ser conformistas ante la colonización que buscan imponernos y encasillarnos. La peculiar singularidad del ser humano y la conciencia crítica son, sin lugar a dudas, valiosas características humanas que intentan arrancarnos de diversas y efectivas formas, llegando al punto de hacernos creer que somos plenos mientras nos despersonalizan. ¿Qué tal si nos preguntamos qué tan conformistas hemos sido hasta hoy y por qué? Atrevámonos a cuestionar, desarrollar crítica y desobedecer.
†