Es difícil explicar en pocas palabras sobre qué trata la serie Mad Men (2007-2015). La historia gira alrededor de Don Draper y su vida como director creativo de una agencia durante la época de oro de la publicidad. Por sí sola esa premisa abre la puerta para mucha intriga corporativa, pero el proyecto del escritor Matt Weiner y su equipo va mucho más allá de entretenernos con dramas interpersonales.
El lugar y tiempo son clave en Mad Men. Madison Avenue, en Manhattan, era el epicentro real y simbólico de la publicidad y la década de 1960 un período de grandes cambios no solo para esa industria sino para toda la sociedad estadounidense. Parte del genio de Mad Men consiste en entrelazar los niveles personal y político: vemos eventos como el alunizaje, la guerra de Vietnam y el asesinato de Kennedy a través de los ojos de los protagonistas, y entendemos cómo estos afectaron sus vidas personales.
Aunque la serie toca una gran cantidad de temas culturales, políticos, económicos y sociales, continúa siendo en esencia una sobre la publicidad; una mirada profunda e inteligente hacia una industria multimillonaria a la que todos estamos híper expuestos, aun si no nos damos cuenta. Pero más que ofrecernos juicios morales o respuestas fáciles sobre el bien y el mal, Mad Men nos muestra las fuerzas sociales que moldearon toda una década y examina la publicidad como la encrucijada de estas fuerzas.
Don es quien principalmente encarna dichas fuerzas. En él encontramos al estereotípico genio torturado, el exitoso ejecutivo que no es capaz de encontrar la satisfacción. Pero también nos encontramos con una figura ética capaz de desobedecer las presiones del dinero y el poder ante la búsqueda de una elusiva verdad absoluta. La tragedia de Don es que es infeliz a pesar de tener todo lo que quiere. Irónicamente, es la misma tragedia de la sociedad consumista y materialista que gente como él ayudó a moldear.
Ese para mí es el mensaje central de Mad Men y su relevancia para el siglo XXI. Sin condenar ni condonar, la serie nos muestra cómo Estados Unidos (y con ellos el mundo) se transformó en la sociedad posmoderna y líquida que reconocemos ahora. Sucedió, en gran medida, cuando suplir necesidades dejó de ser suficiente y cautivar nuestro deseo se convirtió en el mantra del sistema económico. Pero el deseo, como podemos ver en Don, es un tema complejo y las líneas entre felicidad y miseria, libertad y manipulación, y realidad y ficción, se vuelven difusas entre más las analizamos.
Espero haber revelado solamente lo justo para que el lector le dé una oportunidad a esta serie, ya que es una historia que cada uno debe ver e interpretar individualmente. El final es uno de los mejores de la historia de la televisión y es lo suficientemente ambiguo para dejarnos con más preguntas que respuestas. Pero las preguntas con las que Mad Men nos deja no son simplemente sobre la trama, sino que tocan lo más profundo de la existencia humana: ¿qué es la felicidad? Para Don Draper es el instante antes de que queramos más felicidad.
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