Unos naipes y un truco de magia


Darío Jovel_ Perfil Casi literalSobre el escritorio de mi habitación hay un libro de Thomas Mann que nunca he leído y creo que nunca lo haré, un viejo cuaderno que lleva un lustro sin ser abierto, una laptop que se resiste a morir, un Xbox y una baraja de naipes baratos hechos en India. Sobre estos últimos hay una historia interesante: fueron adquiridos un día en que se juntaron mis ganas de aprender a hacer trucos de magia con cincuenta centavos extra en mi billetera. Fue durante la tarde posterior que descubrí que, entre las múltiples cosas en las que soy un completo inútil, también se encontraba hacer magia. Se necesitaba ser demasiado ágil con las manos, tener buena coordinación y, sobre todo, un público al que impresionar (o tratar de im-presionar).

Como yo carecía de todos esos elementos me distancié de ese brillante mago que nunca llegó a nacer. Recientemente, a menos de un año de lo que debería ser mi último año de licenciatura, me encuentro de nuevo con esas cartas con la sensación de que soy ahora más inútil que hace cinco años cuando esos naipes migraron a mi escritorio y no se fueron jamás. Quizá sea el hecho de tener que enfrentar al mundo real lo que me aterra, o el hecho de que el tiempo avanza sin piedad alguna y parece que las expectativas de lo que debería ser la vida en este punto fueron demasiado altas.

Entonces, preso del miedo que consume mi mente desde hace unos meses, volví a abrir ese cuaderno que resultó estar lleno de horribles poemas escritos en una época en la que pensé que se podía llegar lejos y que tenía toneladas de talento corriendo por mis venas. Época que terminó luego de los primeros concursos literarios. Pero ahora, cuando la falta de talento parece ser no solo literaria, sino también profesional, el miedo crece aún más. Como premio de consolación creía (porque en aquel entonces aún pensaba que la vida me debía algo) que podría salir de la universidad y tener un gran trabajo, pero mientras se acerca el día entiendo que eso muy probablemente no será así. Y lo que parece ser una cadena de fracasos interminables acaba mientras veo el juego de naipes.

Lo sujeto mientras en YouTube busco algunos de esos viejos videos donde trataba de aprender un truco de magia y me encuentro a las once de la noche, un domingo, tratando de hacer un truco de magia creyendo que, si eso sale bien, si logro hacer un solo truco, quizá pueda arreglar todo lo demás y un cúmulo de fracasos se convierta en algo más; en algo que esboce una sonrisa frente a mi espejo.

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