300: un código militar y una novela


Noe Vásquez Reyna«El problema se revela aún más complejo por cuanto el torturador, que antes actuaba a la luz del día, se esconde desvaneciéndose en los meandros del aparato estatal».

Donatella Di Cesare

Hubo un tiempo en que miembros de las fuerzas de seguridad del Estado de Guatemala se convirtieron en carniceros, torturadores, violadores y criminales de la peor calaña con el pretexto de políticas anticomunistas. Vox populi es que quizá no haya cambiado tanto. La impunidad que ha protegido a los hechores materiales e intelectuales que tanto dañaron el tejido social ha impedido por casi 40 años que los guatemaltecos tengan a la vista la fotografía completa de las atrocidades que se cometieron y que comprendan lo que significan ahora en 2022, para que este país tenga la vida sociopolítica y económica que tiene: a pasos cortos de las peores autocracias y dictaduras que se vivieron en América Latina.

A Guatemala le ha costado muy caro el Ejército y el silencio.

En la novela 300, el autor Rafael Cuevas Molina ficcionaliza uno de esos fragmentos de este país roto. Indaga y reinterpreta lo que significó el descubrimiento, en 2005 y por casualidad, del Archivo de la Policía Nacional (AHPN): documentos que «abarcan un espectro muy amplio de temas que van desde el conflicto armado interno en Guatemala entre 1960 y 1996 hasta los experimentos con enfermedades de transmisión sexual patrocinados por el gobierno de Estados Unidos en la década de 1940», se lee en la contraportada.

Millones de documentos que «se encuentran amontonados en habitaciones húmedas y oscuras llenas de ratas y cucarachas» quedaron abandonados después de que se firmaran los Acuerdos de Paz en 1996, tras más de 30 años de guerra irregular que dejó como resultado a 45 mil personas detenidas y/o desaparecidas, aproximadamente.

Rafael Cuevas Molina es poeta, pintor, escritor, profesor e investigador guatemalteco que vive y trabaja en Costar Rica. Su polifacético quehacer oscila entre la ficción, el análisis sobre sobre cultura, filosofía, política y educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, de su país de origen.

«Lo que quedó de ese tiempo apocalíptico fue una Guatemala desgarrada cuyas consecuencias vemos hoy en día, cuando miles de compatriotas tienen que partir fuera de nuestras fronteras para tratar de encontrar formas más dignas de vida, nos acecha la violencia y el Estado se descompone penetrado por la corrupción del crimen organizado», expresó Cuevas durante el acto de entrega del Premio.

Siempre he creído que para entender este rompecabezas al que algunos le llaman patria es necesario des-sumergirse del pantano que nos satura, nos enceguece y nos ahoga. Y tengo la idea quizá romántica de que la literatura puede darnos un aire nuevo para hacerlo.

300 no solo se centra en esos viejos archivos que guardan en sus códigos órdenes ejecutadas por fuerzas paramilitares y la Policía dirigidas contra opositores del gobierno, que incluía seguimientos, control, detenciones ilegales y desaparición forzada. También habla, en forma de monólogos, de lo cotidiano que fue vivir en el terror, en el silencio, en la desigualdad. Hablan oficinistas, militares, choferes de taxi, familiares de personas desaparecidas que fueron organizándose para buscar, sin respuesta de las autoridades, a hijos e hijas, hermanos, esposos.

Fuera de 300 se conoce que en el AHPN existen fichas e informes de operativos contra personas civiles, miles de personas: incluidos niños y niñas. En el concepto de «enemigo interno» construido por la sección de inteligencia del Ejército cabía cualquiera, según se ha dicho en peritajes expuestos en juzgados y tribunales que han sentado en el lado de los acusados a quienes, en los tiempos del conflicto armado, fueron sargentos, coroneles, generales, ministros de la Defensa, presidentes genocidas.

La novela de Cuevas fue publicada en Costa Rica en 2011, tras haber ganado el Certamen «UNA Palabra» un año antes. Al parecer ninguna editorial guatemalteca se atrevió a publicarla. Lleva por nombre un número, 300, un código que significa que la víctima detenida ilegalmente fue asesinada. El relato conecta el entorno y el origen del AHPN con el Diario Militar, el Dossier de la Muerte que en la vida real registra nombres, seudónimos y fotografías de personas que en su mayoría pertenecían al Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y que en este 2022 es parte del caso Diario Militar en el que se acaba de enviar a juicio a los primeros nueve expolicías y militares de alto rango por crímenes de lesa humanidad. Aún falta determinar si otros cinco sindicados irán también a juicio.

La lectura de 300 me ha llevado más tiempo de lo que pensaba. Son solo 157 páginas, pero me he detenido muchas veces. Al mismo tiempo he seguido las audiencias del caso Diario Militar que familiares de las víctimas hacen posible a través de las redes sociales. Me aparto de la novela cuando en las declaraciones testimoniales se narran las torturas. Es asqueroso, repulsivo, lo que hombres con uniforme hicieron con la disidencia. No logro comprender el verdadero porqué de la forma inhumana y degradante en que, en un plan común y con recursos del Estado, arremetieron contra las víctimas y, más aún: contra los cuerpos de mujeres y niñas.

Donatella Di Cesare en su ensayo filosófico Tortura afirma que esta «es la respuesta a todo aquel que, incluso sin saberlo, ha desafiado la ley del poder». Pensar que una niña o un niño ha desafiado a los perpetradores en el poder es entender la capacidad humana de disfrutar lo perverso y la frágil masculinidad del militar.

En el capítulo XVI de 300, “De la parte de los policías”, se encuentran frases como esta, resaltada en cursivas: «(…) mire señora, le voy a decir una cosa, aquí nosotros sí secuestramos, pero a los guerrilleros, a los comunistas, a la gente perversa de este país. Usted dice que su esposo es buen padre, que es un buen trabajador, que es honesto. ¿Cree usted que nosotros podemos tener a su esposo?». En la década de 1980 la Policía fue militarizada y coordinaba operativos ilegales con el Ejército.

Di Cesare reflexiona sobre los desaparecidos desde la muerte negada: «Para los parientes de las víctimas, empezando por las madres, es entonces cuando da comienzo el drama de la espera sin fin. Se hace el silencio, se insinúa la duda. Pesquisas extenuantes, indagaciones arriesgadas que no dan ningún resultado. Es como si, desde el momento del arresto, se decretara la muerte social de la víctima; peor aún, como si se ratificar su no-existencia. La falta de un cuerpo y la imposibilidad de dar sepultura tienen efectos devastadores. Se condena a las víctimas a ser fantasmas. Para siempre. El país mismo, que lleva consigo dichos fantasmas y es responsable de ellos, se convierte a su vez en un cementerio fantasma. Porque cualquier lugar puede ser, dentro de sí, el lugar de una oscura y desconocida sepultura».

Una de las querellantes del caso Diario Militar, hija de un perito contador y miembro del PGT registrado en el Dossier de la Muerte, expresó en una de las audiencias: «No se esconden 45 mil cuerpos sin la complicidad y el silencio de quienes saben dónde están». Su padre fue capturado y llevado en un vehículo tipo panel en marzo de 1984. Según el código 300 anotado a mano en el Diario Militar fue asesinado nueve meses después. Aún se desconoce su paradero. En las audiencias se ha visibilizado que las víctimas fueron torturadas todo el tiempo que estuvieron retenidas.

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