Ser mujer frente al espejo solitario


Ingrid Ortez_ Casi literalTrato de imaginar cómo era ser mujer en otros siglos. No estamos precisamente en el mejor, pero hubo peores. Hace cien años las mujeres no podían vestirse como quisieran y los pantalones eran exclusivamente masculinos. En 1915 la escritora y sindicalista puertorriqueña Luisa Capetillo fue arrestada por usar pantalones en público. Hasta bien entrado el siglo XX empezaron a considerarse apropiados.

Hace cien años las mujeres no podían votar, menos divorciarse con las mismas razones y facilidad que un hombre. En 1914 una mujer que solicitaba divorciarse tenía que afrontar el escándalo y la humillación, pues solo los hombres tenían el derecho a decidir sobre eso, así como estudiar y ejercer arquitectura, abogacía o una carrera militar, entre otras. Fue aproximadamente hasta 1910 que se les permitió a las mujeres llevar a cabo estudios superiores.

Heredar, poner demandas judiciales o participar en contratos no eran derechos para las mujeres hasta que fue aprobada la Ley de Propiedad de las Mujeres Casadas (en 1809 en Estados Unidos y en 1882 en Reino Unido). A principios del siglo XX las mujeres en América Latina podían heredar y ser propietarias, pero no administrar sus propios bienes si estaban casadas. Las mujeres adquirieron el derecho a votar antes de que el derecho a controlar su propia economía. El panorama histórico muestra que el camino de la mujer jamás ha sido fácil y el siglo XXI no es excepción.

Hace meses recorrieron las redes sociales las declaraciones de la actriz británica Emma Thompson, a raíz de su próxima película, donde en una escena le toca verse al espejo desnuda. Ella menciona lo difícil que fue para ella, y que todo lo que nos rodea manipula a la mujer para odiar su cuerpo y buscar el «estándar», de todas las formas posibles. Pensé en cuántas veces me vi al espejo y me sentí avergonzada o queriendo huir de lo que veía (a pesar de ser una mujer que procura aceptarse): cicatrices, rollitos, celulitis y arrugas inevitables y todo lo que se va deteriorando aun con dietas y ejercicio.

La publicidad por todos los medios de comunicación y redes sociales, exigencias laborales y sociales, e incluso la aceptación por parte de la pareja, han contribuido a esa manipulación.

Si bien es cierto que hubo épocas y artistas que retrataron voluminosas a las mujeres, la sombra de la delgadez con todo en su sitio y sin daños nos ha perseguido y torturado durante siglos. Vernos desnudas en otro tiempo era un tabú o pecado, hoy en muchas ocasiones es un reto terrible de aceptar, aun frente al solitario espejo.

El espectro del cuerpo perfecto ha sido imposible de alcanzar para miles de mujeres, provocando en muchas de ellas situaciones arriesgadas para su salud y bienestar emocional. Nada nos salva de tropezar en algún momento con esa vergüenza de no tener la figura que exige la sociedad. Emma Thompson decía que «todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos: todo está mal con nosotras (…) y tienes que mostrarte de una determinada forma».

La vejez es una visita irremediable, pero se convirtió en una peste que buscamos evitar a cualquier costo para mantener la aceptación que demanda el mundo. Justo con las palabras de Thompson vino a mi mente una escena de la película Eat, Pray, Love, protagonizada por Julia Roberts, basada en la novela de Elizabeth Gilbert. En la escena, Liz (Julia Roberts) y Sofí (Tuva Novotny) están en una pizzería. Liz mira que Sofí no quiere comer porque ha subido unas libras de más y quiere gustarle a su pareja, entonces Liz le pregunta si alguna vez, en todos los años que se ha desvestido enfrente de un hombre, alguno le ha pedido que se vaya o alguno de ellos se ha ido. Sofí contesta que no, y Liz le dice que es porque no les importa: están en un cuarto con una chica desnuda, y agrega que ella está cansada de verse al espejo y tener que odiarse por estar gorda.

A los hombres también se les vende ese falso esquema: la búsqueda de la chica siempre bella y joven, cuando en realidad el placer de tu cuerpo desnudo junto al de la persona amada desbarata cualquier estereotipo.

Todas las mujeres, sin excepción, en algún momento luchamos contra esto y mucho más. Nos avergonzamos y andamos luchando por alcanzar esa imagen perfecta: que si el abdomen super plano después de los cuarenta; que si envejecer con la piel humectada y lo más tersa posible… Pero lo cierto es que, hagamos lo que hagamos, todo cuanto nos rodea continuará siendo cruel con el cuerpo, la voluntad y las capacidades de las mujeres. Seguiremos luchando siglo tras siglo para formar parte de un mundo que acorrala, impone y busca controlar, bajo estándares que destruyen, no solo la autoestima de la mujer, sino también su esencia, su valor y su importancia a través de toda la historia. Nuestro cuerpo no nos hace mejores o peores personas. Debemos cuidarnos, por supuesto, pero no hacer de esto una obsesión ni hacer de nuestra apariencia una razón de ser.

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