Descontextualizar la criminalidad y a las mujeres


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literal“El aborto es delito en España, pero no en Holanda. El auxilio al suicidio de un pariente anciano es delito en España, pero no entre los esquimales. La bigamia es delito en el mundo cristiano occidental, pero no en el mundo del Islam”.

Juan Bustos Ramírez

Por concepciones religiosas y moralistas, entiendo que los cuerpos sexuados de hombres y mujeres resultan ser un completo misterio unos para otros. En este sistema obligatoriamente binario, me pregunto si todas las mujeres tienen noción de qué son y para qué funcionan el escroto,  el glande o la próstata, o si los hombres entienden qué son y para qué sirven el endometrio, el clítoris y el cérvix. Porque parece que seguimos en el oscurantismo y nos encantan las guerras de los sexos para demostrar una supremacía biológica, pero es muy posible que desconozcamos nuestros propios cuerpos.

El domingo 5 de junio fue publicado en una revista dominical y de mucho alcance en el país el artículo Crímenes perpetrados por mujeres, escrito por Roberto Villalobos Viato. Este artículo, que se aleja del perfil psicológico y social de la mente de las mujeres criminales, repite de una manera confusa e irresponsable el imaginario que se ha creado alrededor de la biología de las mujeres, planteada, por supuesto, por hombres;  y que “explica” que nosotras tendemos a ser más emocionales e histéricas, y que estas “características” nos pueden llevar a cometer crímenes.

Villalobos tiene párrafos puestos al azar y a conveniencia en los que parafrasea, por ejemplo, a un criminólogo italiano del siglo XIX, Cesare Lombroso (18351909), quien dice que “habrían problemas fisiológicos, tales como el período menstrual o la menopausia, etapas que inciden en las conductas afectivas de la mujer, que en teoría las hacen más propensas a delinquir”.

Se nota que nos falta educación sexual integral hasta en los medios de comunicación, porque ni el periodo menstrual ni la menopausia son “problemas fisiológicos”, y sin mucha ciencia sé que hay avances en la criminología actual como para tomar argumentos tan arcaicos sobre un tema tan complejo.

La tesis de la guatemalteca Evelyn Rodríguez Samayoa, que menciona Villalobos en su artículo, también incluye el capítulo “¿Por qué las mujeres devienen delincuentes?”, en el que dice: “Tradicionalmente, la criminología ha estudiado solo de modo restringido el problema de las mujeres delincuentes. Ahora, es evidente que tal asimilación resulta inaceptable, aún para quienes aceptan un modelo científico ortodoxo”.

Más adelante Rodríguez afirma: “Sobre los datos actuales está comprobado que entran más en el círculo penal las mujeres que no están sometidas al control doméstico, que no tienen un padre o un marido que vele por ellas y las controle. También se da mucha importancia en la aplicación de la ley (o en las decisiones de los trabajadores sociales) a la reputación sexual y al cumplimiento de las obligaciones domésticas como factores a evaluar”.

Villalobos también enumera las conductas delictivas y antisociales más frecuentes que la psicóloga argentina Hilda Marchiori incluye en su ensayo Personalidad de la mujer delincuente: “la prostitución, el homicidio —en especial el pasional—, robo, tráfico de drogas, secuestro, estafa, denuncias falsas, aborto, incesto y conducta de abandono”.

Pero olvida colocar la aclaración de Marchiori: “Consideramos que las conductas delictivas tan particulares de la mujer que hemos señalado están muy relacionadas a las características sociológicas de la educación y al papel que desempeña la mujer dentro de nuestra cultura”.

Nuestra cultura, la guatemalteca, también sanciona y considera delito todas esas “conductas antisociales”, porque nuestra educación mediocre nos sigue enseñando que el papel de una mujer debe ser el de una buena madre y ama de casa.

En Holanda la prostitución es legal desde el año 2000 y su sociedad no se cae a pedazos como la nuestra. En Estados Unidos, el aborto es legal desde 1973. En Guatemala aún leemos el término niña madre, con el cual le exigimos a una niña de 11 años que cuide al hijo que Dios le dio por medio de su violador.

En el artículo Las mujeres también matamos, Andrea López Martín incluye números relevantes sobre este tema en Estados Unidos: “Estadísticamente, las mujeres cometen solo el 15% de todos los crímenes violentos y un 28% de todos los crímenes. Las asesinas en serie son solo el 8% de todos los asesinos en serie americanos, pero las mujeres americanas alcanzan el 76% de todas las mujeres asesinas en serie en el mundo”.

Es muy sencillo colocar citas, estudios y dejar que el lector se crea que todo está actualizado y que las circunstancias de los enunciados son las mismas para todos los casos, países y mujeres, sin ningún análisis. Porque no sé muy bien si Villalobos quería referirse a las asesinas en serie,  explicar que la “novedad” es que en Guatemala la pobreza y la violencia también nos afectan a las mujeres o simplemente decir que somos neuróticas y calculadoras. ¿Cuál era el punto del artículo?

Al ver este tipo de artículos pienso en cómo descontextualizamos todo: la historia, la política, los aspectos sociales y económicos, la sexualidad y en cómo banalizamos temas tan interesantes y empobrecemos al lector con ideas sexistas.

A mí me atrae la novela negra y algo que sí rescato del artículo es que el crimen de una mujer es más exacto, como lo explica también López Martín: “Kelleher & Kelleher argumentan que las asesinas en serie son más exitosas, cuidadosas, precisas, metódicas y tranquilas al cometer sus crímenes. Examinaron 100 casos desde 1900 y encontraron una duración promedio de 8 años antes de ser detenidas, el doble de los asesinos en serie”.

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