Este es un tiempo de ansiedad-bisagra


Noe Vásquez ReynaEl insomnio se ha instalado desde hace meses. No hablaré por otras y otros, hablaré desde las sensaciones que acortan el sueño, engrosan y estiran la angustia, alimentan y tergiversan la ansiedad-bisagra (aún más). Desde el 20 de agosto de este año, con su luz de luciérnaga entre tanta oscuridad, el tiempo se hace acompañar por un ente que se ha hecho presente como ese gigante de Nacha Pop, inmenso, acechante. ¿Se escucha su respirar y se transmuta en el escalofrío del cuello?

La adrenalina recorre las vísceras. Los sobresaltos invitan al asco, al cansancio, a la risa, al llanto. ¿Se ha multiplicado la bipolaridad? El estatus quo corrupto y racista teme y se estremece (aunque afirme lo contrario) y esa satisfacción por la posibilidad nadie la arrebata, como las hermosas fotografías de un paro que lleva semanas de exigir lo necesario: que la arpía que tenemos por fiscal general caiga. Es una petición muy sencilla y clara.

La resistencia de los pueblos indígenas ha estado ahí. Antes invisibilizada, hoy brilla con lógicas anticoloniales, con organización real, con fuerza y apoyo de miles. Aquella ansiedad-bisagra y mestiza debería aprender más de ella aunque para ello primero necesitamos replantear la identidad. Este cuerpo que habla ha llorado y se ha paralizado ante el descaro de ladrones y criminales, nuevos ricos enriquecidos con dinero público. Se ha paralizado ante los augurios de represión, de volver a dictaduras y ver de nuevo la violencia en todo su esplendor. Se ha paralizado también con las calles llenas de alegría. Detenerse y observar la alegría en un lugar como este.

En este mundo globalizado, casi todos los gobernantes políticos tendrán sangre en las manos. Hago una revisión corta en la lista de presidentes guatemaltecos y los últimos tres se han bañado en ella. En este país de desigualdades y extremos sueño con la justicia real que no debería ser validada solamente ante un tribunal. Aquí las Cortes, con sentencias laxas y compradas, son parte de aquel gigante.

La democracia ha sido débil para respetar la vida y enseñar que lo político es un tema que nos incumbe a todos, desde lo simple a lo complejo. La democracia es lo que se intenta rescatar con paros y movilizaciones. Esa parte ha sido hermosa. Escribiendo esto, a lo lejos escucho pasar la manifestación nutrida que se dirige hacia el Ministerio Público y la Plaza Central un viernes por la mañana. Todo ha sido atípico. Las personas han recuperado las calles, se han reconocido juntos en algo común. ¿Hace cuánto que no?

Aún faltan dos meses para que el 14 de enero de 2024 asuman las autoridades electas. Mientras tanto al partido ganador se le ha suspendido la personalidad jurídica. Aparece de nuevo la ansiedad-bisagra. Dirán que hubo fraude electoral por el sistema que se utilizó para el conteo de votos. Los funcionarios señalados de corrupción se aferrarán a la impunidad. Los empresarios-dinosaurios seguirán ahí como engranaje principal de lo estrepitoso. El presidente saliente seguirá mintiendo, si es que da la cara otra vez de manera pregrabada. Y si la toma de posesión se consuma, es posible que el desgobierno continúe. El acontecer sociopolítico te jode la salud mental y el quehacer cotidiano.

Algo se tendría que quebrar. El único contrapeso que tenemos es la decisión del pueblo, liderado por otro tipo de autoridad: la indígena y ancestral, que tiene más credibilidad que los tres poderes del Estado. Tiene sentido ahora esa frase que algunos llaman trasnochada: “solo el pueblo salva al pueblo”. Este es un tiempo de ansiedad-bisagra y me aferro a la idea que debemos pasarlo-sentirlo-abrazarlo-acuerparlo-ser parte de él para imaginar lo imposible: una Guatemala menos enferma y sufriente.

Foto de portada: Taymor Deas-Melesh.

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