María Elena Bottazzi: una silenciosa guerrera contra la pandemia


Mario Ramos_ Perfil Casi literalEn marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus o COVID-19 una pandemia. Desde entonces se han implementado costumbres inusuales, reglas de convivencia extremas, nuevos modelos de negocio y hasta diferentes métodos de comunicación.

A semanas de haber iniciado la pandemia —y aún en estado de shock por ver tantas muertes, desolación, encierro e imágenes apocalípticas de ciudades como Nueva York, Beijing o Madrid completamente vacías—, recibí una llamada inesperada de Honduras. Una persona me estaba proponiendo «el negocio de tu vida, Mario», donde me planteaba ser su proveedor de mascarillas N95 desde Estados Unidos para comercializarlas en mi país, ya que en Honduras estaban escasas. «Ahora es el momento para venderlas a cualquier precio y hacer billete, la gente pagará lo que les pidamos». Me sentí incómodo y ofendido por la propuesta —asumo que no hace falta que explique por qué— así que me negué. Sentí dolor y tristeza de ver hasta dónde llega insensibilidad humana y cómo a la tragedia siempre hay alguien que la ve como negocio. Lamentablemente, tomar provecho del caos, la necesidad y el miedo de otros para monetizar la ambición siempre ha sido una actividad tan natural como respirar.

Sin duda, la pandemia se convirtió en una oportunidad inmejorable para algunos que vieron la crisis como negocio, sobre todo para multinacionales y gobiernos. Las farmacéuticas de países poderosos protegían la propiedad intelectual de las vacunas que desarrollaron, mientras que otros pedían, sin éxito, la liberación de estas patentes para que las vacunas se pudieran producir en mayores cantidades y llegaran a los países más pobres.

No obstante, la pandemia también puso al descubierto héroes silenciosos que desde el anonimato ya dedicaban su vida e intelecto para frenar este mal, como es el caso de la doctora María Elena Bottazzi, quien ha sido nominada al Premio Nobel de la Paz por su labor. Esta científica hondureña terminó con la pugna de las vacunas contra el COVID-19 al desarrollar una libre de patentes. Hace un par de días tuve el gusto de conversar con ella.

La doctora Bottazzi actualmente es codirectora del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, en Houston, Estados Unidos. Ella, junto al doctor Peter Hotez, diseñó la vacuna contra el COVID-19 llamada Corbevax, y a finales de diciembre de 2021 recibió la autorización para su uso de emergencia en India. Su generosa contribución consistió en poner a disposición de todo el mundo la patente de Corbevax para que cualquier farmacéutica pueda fabricarla libremente. «La vacuna no es un producto para hacer dinero», aseguró la doctora Bottazzi en una entrevista para la BBC de Londres.

Pero la trayectoria altruista de María Elena Bottazzi no es reciente y, de hecho, tiene más de una década. Desde 2011 ha venido trabajando en la elaboración de un producto o vacuna contra dos coronavirus: SARS y MERS; y ha contribuido en el estudio de enfermedades que afectan más a la población pobre del planeta. La doctora me cuenta que en 2016 la vacuna contra el coronavirus no era una prioridad para el National Institute of Health (NIH) de Estados Unidos, y al no contar con fondos suficientes de esta institución, ella y su equipo, con el apoyo del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, tomaron la decisión de no abandonar el modelo de trabajo que ha sido el éxito de su carrera y continuar con las investigaciones de enfermedades desatendidas.

Este modelo de trabajo tiene como principio transferir conocimientos y fomentar una cultura de autosuficiencia en países de escasos recursos. La vacuna contra el COVID-19 no es la primera que la doctora Bottazzi y su equipo han hecho pública y libre de patentes. Este método de «no patente» es parte de su filosofía de trabajo. «En vez de patentar preferimos que la información sea publicada, de manera que otros puedan no solo aprender de nuestros avances, sino también de las dificultades que enfrentamos para desarrollarlos», me explica.

Su lucha y la de su equipo por reducir enfermedades que mantienen a la población en discapacidad son ejemplo de que cualquier persona que se lo proponga puede contribuir en la salud y la prosperidad de otros. La salud es un derecho universal y la lucha contra quienes hacen de ella un negocio multimillonario debe ser frontal.

No sé si al final la doctora Bottazzi recibirá el Nobel de la Paz, puesto que es un reconocimiento muy manoseado políticamente; y tratándose de una mujer que proviene de una región pobre y que sin temor confrontó a las poderosas farmacéuticas multinacionales con su interés humano por la salud universal, no me extrañaría que se le niegue el galardón para entregárselo a algún político poderoso, como cuando en 2009 fue entregado a Barack Obama, decisión que generó una mezcla de elogios y críticas. Lo cierto es que la marca de María Elena Bottazzi ya está impresa en la historia como la mujer hondureña que creó una vacuna contra el COVID-19 para uso libre en todo el mundo.

Mis respetos, doctora Bottazzi.

[Foto de portada: Texas Children’s Hospital]

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