XI Sobre los golpes de Estado en la posmodernidad: se nos ha enseñado —quizá con demasiada malicia— que el nazismo acabó con la Segunda Guerra Mundial, que el último dictador fascista latinoamericano (Videla) falleció apenas en 2013.
¡Qué bueno que eso fuera realidad! Sin embargo, esta alegre afirmación no explicaría el intento de amnistía a Ríos Montt en Guatemala, o los gobiernos pseudo-democráticos de Honduras o Paraguay, frutos de golpes de Estado y rompimientos constitucionales.
Pero pongamos nuestros ojos en otras regiones del mundo, donde fuerzas abiertamente neonazis (autodenominadas Sector Derecho) han dado un golpe de Estado optando por la vía antidemocrática: me refiero, sí, a Ucrania. Este golpe de Estado, orquestado y financiado por Occidente, me recuerda la barbarie vivida en Polonia al ser ocupada por los Nazis en 1939. El objetivo de esta intervención era fijar una nueva frontera contigua con la antigua U.R.S.S., e invadirla militarmente.
¿Quiere Occidente, capitaneado por el premio Nobel de la Paz, Barack Obama, repetir este triste error histórico, para pasar a la posteridad como el nuevo patrocinador del nazismo en Europa del Este? ¿Está dispuesta Angela Merkel a ser la reduplicación, quizá un tanto hipócrita y bastardeada, de Hitler? Quién sabe, pero los hechos hablan por sí mismos, y las respuestas pueden salirse de control.
Un golpe de Estado ya no es como era antes. Antes se utilizaban efectivos del ejército nacional y se ocupaba un país. Ahora, en contra de lo que sugiere Maquiavelo, se emplean mercenarios y grandes sumas de dinero, apoyando a manifestantes supuestamente pacíficos que luego, sistemáticamente, deslegitimarán, aislarán, y derrocarán al gobierno democráticamente constituido.
Ejemplo más evidente aún es Venezuela, donde valiéndose de protestas violentas, fascistas y antidemocráticas, pretenden derrocar al Gobierno de la revolución chavista, el cual ganó las elecciones limpiamente y ha sido certificado tanto por la Comunidad Internacional como por el Centro Carter, en Atlanta.
Es así como el primer adalid visible de este golpe es el líder de la oposición, Capriles Radonski, quien, a pesar del conocimiento internacional de la victoria de Nicolás Maduro Moro, se niega a reconocer la voluntad del pueblo que desea gobernar. Tal es, pues, su primer antecedente de desprecio a la decisión de las mayorías sociales de su país, y su desprecio —además— a los pueblos latinoamericanos y mundiales que ansían vivir en democracia.
Sigamos con este análisis, que comienza a ponerse interesante. Existe, por otra parte, una segunda figura, Leopoldo López, quien ha sido el principal instigador del golpe de Estado, y ha hecho un llamado a sus seguidores a la violencia social.
Observemos, pues, qué argumentos son los que sustentan tan disparatado (y violento) movimiento: 1º. Se dice que Nicolás Maduro es un dictador, ¿no ha sido electo por votación directa, y certificado pertinentemente? 2º. Se argumenta que no hay libertad de poderes en el Estado venezolano actual, ¿no ha sido habilitado por el mismo congreso, según las facultades que puede conferirle la propia constitución? 3º. Se dice que no existe alteridad en el Gobierno, porque la elección en Venezuela es indefinida, ¿y por qué no acusan de dictaduras a los Gobiernos de Italia, España, Francia, Suiza, Finlandia, donde cualquier ciudadano puede reelegirse indefinidamente? 4º. Se dice que no existe libertad de expresión en Venezuela, ¿no fueron acaso las televisoras, como Venezolana de Televisión, las encargadas de llamar al golpe de Estado en 2002?
Estos argumentos golpistas son débiles y suenan a prejuicios pequeñoburgueses, y ciertamente, han de serlo. Por el contrario, hay otros de mayor calado, que han de ser los verdaderos: 1º. Occidente desea saquear las mayores reservas probadas actualmente de petróleo en el mundo, ubicadas en Venezuela. 2º. Estados Unidos no desea perder su zona de influencia en América Latina, región que, a despecho de la Doctrina Monroe, ya no es el patio trasero de nadie. 3º. El gobierno de los Estados Unidos no puede permitirse que exista, en sus narices, una zona socialista, ni otra ideología diferente del neoliberalismo devorador y asesino. 4º. La deuda externa de Estados Unidos lo asfixia lentamente respecto a China, quien es su principal acreedor, por lo tanto, debe capitalizarse rápidamente, y el único medio para lograrlo es el colonialismo y el latrocinio de naciones soberanas.
Elija el lector, luego de esta exposición de acontecimientos, lo que desee; sin embargo, debe ser un genuino malabarista para defender lo indefendible: un golpe de Estado en pleno siglo XXI.
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¿Quién es Gabriel García Guzmán?