Existe una imagen ilusoria sobre lo que representa el año nuevo. Es una idea bizarra de esperanza que brinda el cierre un ciclo calendario y que para muchos representa el momento preciso para cambiar malos hábitos, alejar relaciones dañinas y hacer propósitos sean los que sean estos: ya sea inscribirse en el gimnasio para bajar las libras extras o leer cien libros para cultivar la mente. Al final estos deseos solo representan las ganas de cambio que son inherentes al ser humano y demuestran que estos anhelos, y el deseo de convertirlos en hechos, son lo único constante que tenemos.
También hay una extraña sensación de desesperanza, un sentimiento antagónico pero que a la vez se complementa en un batido multicolor donde los grises forman parte de la mezcla. Ese sentimiento abarca lo que se deja, lo que dejamos atrás y no queremos voltear a ver. Es lo que una vez se quiso pero que se pierde o lo que nunca pensamos que íbamos perder. Y es que con poco o nada de gloria nos enfrentamos a este sentimiento, mismo que talvez nos hace crear supersticiones para traer lo bueno, porque nuestro instinto nos pide aferrarnos a algo, ya sea que ese algo sea Dios y oremos, o sea contar doce uvas mientras nos bañarnos en champaña, o sea tirar flores, o ir a la playa a dejar las penas en el agua del mar.
Talvez la razón para correr por la calle con maletas no sea precisamente que querramos irnos de viaje, quizás solo sea nuestra mente la que debe viajar y poder salir de lo que nos tiene atorados y nos hace sentir querer viajar. Talvez no sean nuestras ganas de encontrar el amor lo que nos motive a usar ropa interior roja. Lo más probable es que queramos dejar atrás la apatía y llenarnos de valor para empezar a recoger los pedazos de nuestro corazón roto, y creo que el hacernos propósitos son solo excusas para intentar hacer algo con nuestras vidas antes de sentir que quedamos en el olvido.
No creo ser la persona apropiada que diga qué se debe hacer ante esta mezcla de sentimientos y desventuranzas, porque después de todo yo también soy humana, también peco por sentimentalismos y sueño con dejar atrás muchas cosas que a veces a medio camino me atrapan de nuevo, pero ¿eso no es la vida? Una serie de intentos, fallos y aciertos que nos forjan y nos dan ganas de seguir intentado ser libres ante un mundo automatizado.
Tampoco creo ser la mejor preparada para dar consejos de cualquier tipo, como por ejemplo, para alcanzar nuestros sueños, porque al igual que muchos, en algún momento me he echado para atrás por miedo al miedo o el miedo a la felicidad, de igual forma me he frustrado y he buscado excusas, me he echado a morir y no he querido hacer lo que debía por la pereza o la comodidad de la rutina, pero en algún punto también me he dado cuenta, entre tanto decaimiento, que debía seguir adelante.
Creo que en parte ha sido la desesperanza y no su antítesis la que me ha llevado a hacer las cosas que he hecho. Después de todo, ¿quién agarra valor cuando se siente valiente o quién se llena de luz en medio de las sombras? Han sido todos estos sentimientos que tachamos de negativos y repulsivos los que hacen que nos levantemos para pelear día a día con la frente en alto y creer en nosotros mismos. Nos hacen creer en capítulos nuevos y, por supuesto, que cambiar un número en el calendario nos llene de esperanza.
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?