Literatura (¿femenina?) y el engaño del género


Lissete E. Lanuza SáenzEl porqué de la literatura femenina está inherentemente ligado con lo que significa ser mujer. Aunque yo tuviese las palabras, se trata de un asunto que no podría explicar. Tampoco voy a intentarlo. La verdad es diferente para cada una de nosotras. Pero más allá del “Día Internacional de la Mujer” y del “Día Internacional de la No violencia contra la Mujer”, y muy por encima de las iniciativas que nos invitan a leer escritoras, está la idea de que hay cosas sobre las que solo puede escribir una mujer. Cosas inherentemente femeninas.

“Leamos a las mujeres”, dicen algunos. Solo ellas nos pueden hablar de la maravilla de ser madre, del terror de sentirse objeto, del dolor de ser menos a los ojos de otros. Hay temas de mujeres y por eso hay que leer escritoras. También hay temas que solo un hombre puede desarrollar, y eso está bien. Somos diferentes. No mejor, ni peor; solo diferentes.

Machismo, machismo, machismo

No suena a que lo es. Hay verdad dentro de esa frase. Sí, somos diferentes. Las diferencias son algo bueno, pero las diferencias no deben limitarnos.

Hace algunos años leí un cuento maravilloso sobre una mujer que sufría un aborto espontaneo. Yo nunca he tenido hijos y me imagino la sensación, pero el cuento me llegó al alma: lo escribió un hombre.

Poco después leí una novela sobre la Batalla de Normandía y en particular sobre la experiencia de un pelotón. Soy una gran fanática de las novelas históricas y recuerdo que me impresionó el detalle, la capacidad del autor de ponerse en la piel de esos soldados: lo escribió una mujer.

No es la norma (claro que no) pero ocurre. Quizás ocurriría más si no estuviéramos tan prestos con las definiciones. Está la “literatura” y la “literatura femenina”. (así, con calificativo). Resulta casi una idea revolucionaria decir que no hacen falta los denominadores. La literatura es una sola, démosle espacio para crecer, abramos las puertas, olvidemos las expectativas. Tiremos por la ventana las reglas.

Si podemos hacerlo estaremos más cerca de construir un mundo en el que la gente diga “hay que leer a fulanita” o “¿has leído a menganito?”, sin que se mencione siquiera el género o los temas. Un mundo donde lo único que importe al momento de juzgar la literatura sea su calidad.

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