Un necrologio


Juracán_Perfil Casi literal

Adiós, A-1.

Nos ha dejado uno de los grandes, uno que a lo largo de su vida no hizo más que abrirnos los ojos a todos los guatemaltecos. Abrió nuestros ojos ante la violencia, ante el dolor y la hipocresía. Sabemos que su obra siempre causó malestar entre quienes esperan del arte la convivencia inocua, la corrección política o la complacencia. Sin embargo, su obra nunca hizo un uso gratuito de la violencia. «Que tu propuesta sea un conflicto formal, no un conflicto de resentimientos», me decía. Por esa parte de “formal” de su obra también recibió críticas de quienes esperaban un mayor “compromiso social” en su trabajo. Sin embargo, ninguna de esas críticas perjudica su obra. Amó profundamente a este país y con su trabajo nos estaba regalando su esperanza, su confianza en que todos tenemos la inteligencia necesaria para sobreponernos al dolor y la violencia. La mayoría, lo ignoraron. Así que ha muerto como la mayoría de los grandes que tuvieron el valor de amar a este país: rotos, cuando no sencillamente desaparecidos.

Es así como uno entiende que este país es una máquina diseñada para quebrar la voluntad de todo individuo y a quien no se deja, lo escupe. Él, que ya prácticamente no veía, nos ha abierto los ojos, no solo ante la realidad, sino también ante el futuro.

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