Quien tenga ojos que vea.
…la vida es parte buscar placer
y parte hallar dolor…
Nacho Vegas y Enrique Bunbury
Día: sábado 25 de mayo.
Lugar: un bar, para variar.
Situación: una batalla épica de talla mundial.
Al día siguiente: una batalla épica de talla nacional.
Entonces…
Entonces en medio del barullo, la emoción, la aflicción y los deseos de ganar, de revancha, la intensidad de las relaciones yuxtapuestas que provocan la vida y la muerte, el desmayo, el coma perenne, ahí estábamos todos juntos, como una galaxia con una infinidad de mundos, tantas visiones de él mismo, cada quien decantándose por lo suyo, por lo que quiere, por lo que anhela, por lo que busca alrededor del tiempo en el que estamos vivos, no sé, solo digo que cualquier posibilidad es prácticamente infinita a pesar de que las circunstancias parezcan ser finitas.
En medio de la trifulca, un buen amigo se las pone de sabio con esta reflexión la cual yo apruebo y acato inmediatamente hasta el punto de querer compartírselas a ustedes: otros mundos, otras vidas, sin embargo, a lo mejor, coincidimos entre tantos siglos y tantos espacios…: nosotros en el futbol así como en la vida nos dividimos entre el Niupi y el Franco Canadiense, o en sus idiomas originales, si se pueden hablar de ellos, sería el Nankatsu y el Meiwa, entre Oliver Attom (Ozora Tsubasa) y Steve Hyuga (Kojirō Hyūga). Ahora, ¿por qué llevar los recónditos y grandes misterios de la vida a los Súpercampeones —o Capitán Tsubasa—? ¿Será que el fanatismo ya nos está carcomiendo las entrañas hasta el desvarío o simplemente nuestra irracionalidad es como tal y así de natural brota? A lo mejor ambas.
Pues bueno, en resumidas cuentas veamos la dicotomía entre ambos que prácticamente nos remite a cualquier dualidad mitológica: Steve Hyuga es fuerte, duro, el oscuro tras una muerte bajo el brazo, desconfiado, individualista, la sombra; mientras que Oliver Atom es el gesto, la colectividad, la bondad ingenua, la luz. Estamos frente a dos potencias inclaudicables que van hacia un mismo objetivo, ambos pueden manipular su destino en lo que caben sus fuerzas, conocer su alrededor, palpar todas sus chances y sus contingencias, y definitivamente lo harán, solo que con estilos contrarios, movimientos que no son los mismos pero son iguales, y siempre, por qué no, el doppelgänger atisba por la ventana poco a poco. Y lo mismo nos representarán, en cierto modo, el Niupi y el Franco Canadiense, cada uno comandado por su capitán indiscutible: el Tiro del tigre de Steve, que rompe fulminantemente las olas del mar; o el oblicuo Tiro con chanfle de Oliver, que serpentea los vericuetos del espacio en sí mismo que recorre el tiempo.
Citando a la directora del Toho, la institución de la cual Steve buscaba una beca, dice que Oliver Atom es el arco y Steve Hyūga la flecha: ¿quién de nosotros es el arco y quién de nosotros la flecha?
Las fuerzas opuestas nos visitan, nos encuentran, nos ven a la cara, nos obligan a decidirnos, a tomar partido: caos y quietud, natural y sobrenatural, hombre y mujer, muerte y nacimiento, tierra y cielo, nada y todo, noche y día, hielo y fuego, Tepeu, Gucumatz, Ixmucané, Ixpiyacoc, bien y mal, fecundidad y esterilidad, y pues, si nos remitimos a los dioses antiguos, en la mayoría de ellos radicará la mentada dualidad solar y lunar, femenina y masculina, horizontal y vertical….Nosotros, simples e ínfimos seres humanos, ya estamos aquí, en esta dimensión para identificarnos, para elegir, para conocernos de mejor manera y buscarnos a nosotros mismos.
Oliver y Steve representados e interpretados como el inicio y el fin del universo, una vista tras otra en su desarrollo de cómo vemos la realidad después de más de 4000 años de existencia.
†