Setenta páginas de viaje narrativo: Nebulosa de un hombre que sueña, por Fernando Vérkell


Rubí_ Perfil Casi literal

«[…] No he vuelto a Madrid. Me basta su recuerdo y su magia; allí pasé las tardes más dichosas de mi vida. Ella duerme en casa, en el lugar en el que no conoció a nadie más que a mí y en donde fue realmente feliz. Nadie visita su tumba, nadie le lleva flores y solo yo la recuerdo.

Pero quizá es mejor así; lo último que le escribo es esto. Después la olvidaré y volveré a casa, donde me esperan Lucille y los chicos, que quieren que les explique por qué nunca vamos a Madrid.»

Así termina el cautivador cuento corto “Para finalmente olvidarte”, escrito por el joven y prometedor escritor guatemalteco Fernando Vérkell. Quienes me conocen como lectora, saben que no se me dan las adulaciones vanas a los autores de mi predilección, que la demagogia escrita no es lo mío y, sobre todo, que mi gusto por la literatura nació en la novela; que el cuento como subgénero narrativo me ha sido únicamente necesario y que puedo sobrevivir literariamente durante muchos años sin leer uno solo. Que prefiero leer y releer Los hermanos Karamazov a diferencia de “Casa tomada”. No es nada en contra de Cortázar. No es nada a favor de Dostoievski. Es la gravedad literaria a la que estamos sometidos los fieles bacantes de la literatura.

En cuanto a lo anterior, afortunadamente existen las excepciones.  Nebulosa de un hombre que sueña es uno de esos contados y refrescantes ejemplos. De hecho, la lectura del diminuto libro dejó en mí la razón (¿o necesidad?) suficiente para sentarme a escribir.

Recuerdo cuando recibí la invitación de Fernando para la presentación del libro. Ya olvidé la razón por la cual me fue imposible asistir al evento aquella tarde. La culpa y la vergüenza me castigaron durante varios días, aparte del sentimiento incómodo de haber perdido la oportunidad de sumar el libro a mi colección. Sin saberlo, me perdía de mucho.

Meses después encontré Nebulosa de un hombre que sueña en la Biblioteca de la Universidad: una casualidad gratificante. Aprovechando las vacaciones académicas, decidí prestar el libro y, tal y como reza una vieja expresión popular: “una cosa llevó a la otra…”, leí cada cuento, y tras la lectura, un coctel de emociones. Mientras el final de “Miss Sunny” me espantó, “Interiores” fue un gancho al hígado. “Habitaciones” me hizo pensar en mi mamá y “Del otro lado del espejo” me hizo pensar en un par de thrillers de la moribunda época del buen Hollywood.

Después del epílogo sentí brotar un pequeño-gran pedazo de mundo dormido entre setenta páginas de prosa limpia y desnuda que, cargada de honestidad, Fernando ofrece al lector en cada cuento. Y con “pedazo de mundo” me refiero al concepto que el autor da con respecto a su visión de la narrativa: «Mi manera de ver la narrativa responde exclusivamente a mi deseo de contar una historia. Me interesa el ser humano como un todo; por ello mis cuentos prescinden de nacionalidades definidas o vocabularios regionalizados. Estoy comprometido únicamente con mi historia, al momento de contarla; con nadie más, ni siquiera conmigo mismo.» La particularidad de universalizar los personajes fue lo que me atrapó.

Decir que simplemente me gustaron los cuentos, sería dar limosnas de criterio. Considero que el estilo de este joven escritor es una bocanada de aire fresco para la narrativa nacional contemporánea. Su prosa representa para mí una reconfortante opción para cuando necesitamos alejarnos de los localismos incipientes que encontramos en la escuela narrativa guatemalteca. Con esto no desdeño a los escritores cuyo talento radique en explotar la esencia del hombre de maíz y por el contrario, narrativa tal también es necesaria.

No me queda más que agregar, salvo que me satisfizo leer Nebulosa de un hombre que sueña. Lo volvería a leer, así como releí algunos de los cuentos y… ¿quién sabe? Quizá la próxima vez que quiera hacerme vieja leyendo la historia de Aliosha, Dimitri y, cambie de opinión y regrese a la Biblioteca Central a buscar a Valentina o a Jack El Destripador.

¿Quién es Rubí Véliz Catalán?

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