Esta semana las redes sociales se encendieron en críticas por la supuesta «obra de arte inclusiva» que llevó a cabo la señora Mónica Torrebiarte en el paso a desnivel llamado «La Marimba», en la Zona 15 de la Ciudad de Guatemala.
El texto escrito en braille dice: «¡Todos somos Guatemala, Guatemala somos todos!» Pero ¿de veras todos somos Guatemala? Porque a mí, lejos de parecerme una obra de arte que intenta recordarnos que hay personas con discapacidad que merecen nuestra atención, lo único que me recuerda es el absurdo que prima en el Tercer Mundo.
Primero porque está en un lugar en donde pasan carros a toda velocidad; segundo, porque el sistema braille es táctil y en ese lugar absolutamente nadie lo puede leer por obvias razones; y tercero porque si vamos a hablar de verdadera inclusión hubieran podido invertir ese dineral en veredas con rampas, parqueos para personas con discapacidad, señalización, semáforos especiales y la lista sería infinita dado que la ciudad completa no cumple ni con los estándares para peatones, mucho menos para personas que requieren infraestructura específica.
El verdadero problema es que, como bien dijeron los romanos, pan y circo quiere el pueblo y la lógica es «tapemos el sol con un dedo, digamos que nos importa un país que tenemos sumido en el abandono y la pobreza».
Paralelo a lo anterior, esta semana sufrí un accidente y paré en el puesto de salud cercano a San Felipe, en La Antigua Guatemala. Debo recalcar que la displicencia y la negligencia con la que atendieron mi caso me desbordó. Tenía el dedo ensangrentado y lloraba de dolor, pero tuve que esperar buen rato porque solo había dos personas atendiendo a miles. Entonces vi desfilar a madres con sus bebecitos en brazos, yendo y viniendo por aquel lugar sucio, lúgubre y precario. Solo había un médico y dos enfermeras atareadas que me indicaron que me sentara en una silla rota y esperara. Esperé, sí, pero a que se me pasara el shock del accidente mientras sentía tristeza por todas esas personas que no tenían otra alternativa más que estar ahí. Así que, cuando por fin me hicieron pasar después de haber logrado tranquilizarme, solo me limpiaron la herida; y cuando la mujer salió de la «sala» en busca de un médico, cogí mis cosas y me fui. ¿Guatemala somos todos? ¿En serio?
¿Por qué en Guatemala no hay inversión mínima en salud y educación? ¿Por qué a esos invidentes se les niega el derecho de caminar por la calle con dignidad?
Mientras la corrupción en Guatemala sea desmedida nunca tendremos verdaderas oportunidades como país. Por ello me da risa la gente que en verdad cree que ese mural es «artístico e inclusivo» porque ni es arte, ni es inclusión; solo es un recordatorio de todo lo que no tenemos, o sea, de toda la gente que no tiene oportunidades, de los niños sin educación, de las banquetas rotas y sin rampas para sillas de ruedas, de los puestos de salud sin el mínimo requerido para curar una herida menor. Es el recordatorio de todos los médicos mal pagados, de la miseria, de los caseríos sin luz y agua potable y de los niños desnutridos mientras que al presidente poco le falta para estallar de gordura.
Cada vez que pasés por ese desafortunado paso a desnivel acordate de que es una burla mal disfrazada de bondad de parte de un gobierno que se caga en el bienestar de sus ciudadanos. Es una estafa más de esas a las que desgraciadamente ya estamos acostumbrados. No dejés que te doren la píldora con palabras bonitas, mejor pensá que lo que menos quiere un gobierno es que salgás adelante. Eso es lo último en su agenda.
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